FÁBULA ANCESTRAL

Nace una estrella (A Star Is Born). Dirige: Bradley Cooper. Con Bradley Cooper, Lady Gaga, Dave Chapelle, Alec Baldwin y Sam Elliott. EU, 2018.

El argumento de Nace una estrella es uno de los más viejos —y más queridos— de Hollywood. El ídolo hastiado y a un paso de la decadencia, con una tendencia autodestructiva y un ojo para el talento, descubre a una joven desconocida que pica piedra para alcanzar la fama. Se enamoran. Él la hace una estrella. Él cae en picada y ella se convierte en una gran estrella. Tan, tan. Esta fábula ancestral la hemos visto de muchas formas muchas veces, pero con este título, otras tres. Una con una inenarrable Judy Garland (mi versión favorita) y otra, de los setenta, con una insoportable (¡pero brillante!) Barbra Streisand, con guiones firmados por talentos notables como Joan Didion o Dorothy Parker. La versión con la que debuta Bradley Cooper (que obviamente se da a sí mismo el rol protagónico como un cantante de rock, aunque es obvio que no tiene ese tipo de carisma para nada) no tiene nada de original, salvo que está ambientada en este siglo. Y demuestra que una historia bien contada, no necesita artificios para contarse. Lady Gaga, en su debut como actriz en cine, es Lady Gaga. Punto. No hay más. Es Stephanie Germanotta antes de ser la formidable figura que se inventó, hace unos diez años. Su talento musical es notable, y su interpretación es casual, natural, sencillita. Es ella, pero sin peluquitas. El resto es tal cual reza la tradición. Es casi imposible creer que el gran Sam Elliott sea el hermano de Bradley Cooper (si fuera su padre, todavía), pero esto no afecta una historia estándar. Esta cinta es como un cóver de una canción que le gusta a mucha gente y por eso su éxito.