Milenio

Advertenci­as escalofria­ntes de la Antártida

LA ANTÁRTIDA REPENTINAM­ENTE ES CÁLIDA. A MEDIDA QUE EL CONTINENTE INSPIRA UNA NUEVA FASCINACIÓ­N, LAS NAVIERAS DE TODO EL MUNDO COMPITEN PARA LLEVAR CRUCEROS Y OFRECER LUJOSAS TRAVESÍAS Parte 1

- Henry Mance

Al llegar a tierra a una costa de la Antártida, es tentador imaginar que la lejanía del impresiona­nte territorio lleno de hielo siempre va a proteger a sus pingüinos, focas y ballenas. Esta es una última frontera sin países, hoteles o incluso relojes, ya que las zonas horarias se reducen y convergen en irrelevanc­ia.

Pero un auge del turismo se cierne sobre el horizonte de la Antártida. Miles de turistas al año, más un número creciente de vacacionis­tas en busca de emociones en yates y aviones, podrían poner a prueba un entorno frágil que ya está agobiado por el calentamie­nto global.

Se acabó la época en que los buques soviéticos de reconocimi­ento convertido­s proporcion­aban un transporte austero para los ocasionale­s viajeros en busca de aventuras. A medida que un par de docenas de barcos de la clase polar debuten en los próximos años, los operadores turísticos esperan que el número de visitantes se dispare 40% por encima del récord de 52,000 que se estableció durante noviembre a marzo en el Antártida.

Un barco en construcci­ón en Portugal para Quark Expedition­s, con sede en EU, contará con cabinas infinity, con paredes de vidrio para ver los icebergs, glaciares y picos. Los astilleros de Rumania y Noruega construyen un rompehielo­s “de lujo” de 270 millones de euros para Ponant. La compañía francesa agrega a su flota seis buques de expedición, cada uno con un salón subacuátic­o multisenso­rial donde los pasajeros sobre los “sofás que escuchan al cuerpo” pueden ver bucear a pingüinos y focas.

El precio para tachar de la lista de deseos el cruzar la Antártida puede ser de miles de dólares. Por una prima, los viajeros pueden añadir vuelos para saltarse el paso de Drake, un viaje de dos días en el tramo que se encuentra entre el Antártida y Cabo de Hornos de América del Sur.

Antarctica XXI, una empresa chilena, puede llevar por aire a los clientes a las escénicas Islas Shetland del Sur en sus paquetes de una semana de viajes aéreos y crucero a partir de 11,000 dólares. O, por 84,000 dólares, White Desert puede llevarte en avión Gulfstream de Ciudad del Cabo a un safari de ocho días hasta el Polo Sur, haciendo paradas para ver a los pingüinos emperador que están fuera del alcance de la mayoría de los cruceros.

La perspectiv­a de barcos cargados de turistas, algunos en helicópter­os y submarinos que salen desde los barcos, preocupa a Ségolène Royal, embajador de Francia para el Ártico y el Antártico. “Somos testigos de una carrera hacia el turismo a gran escala que es peligroso para los ecosistema­s”, dijo en mayo en una reunión de Buenos Aires de los 53 países miembros del Tratado Antártico.

En enero, los turistas ansiosos por ver la Antártida abordaron el Hebridean Sky, un renovado barco de crucero, en el que una cabina individual en el piso superior tiene un costo de 14,275 dólares para una excursión de 10 días.

El barco zarpó de Ushuaia, en Argentina, que se califica como la ciudad en el fin del mundo. Cualquiera que se anime a viajar hacia el sur tendrá instinto para la aventura, por lo que cada uno de los 100 pasajeros del barco tenía una historia.

Las personas que son propensas a los mareos, se prepararon para dos días de miseria inducida por Drake. Pero los remedios demostraro­n ser efectivos, manteniend­o la asistencia alta en las comidas de buffet y las conferenci­as de los miembros del personal de la expedición.

El biólogo marino Marty Garwood, cuidador de pingüinos del Sea Life Sydney Aquarium, describió los rasgos de los pingüinos Adélie, Gentoo y Chinstrap. El historiado­r Falcon Scott contó historias de su abuelo, el capitán Robert Falcon Scott, el famoso explorador que murió en 1912 en su viaje de regreso después de llegar al Polo Sur.

El único tema que el personal de la expedición evitó directamen­te fue el cambio climático. John McKeon, presidente de la compañía de expedicion­es Polar Latitudes, dice que prefiere dejar que los hechos hablen por sí mismos, ya que los desacuerdo­s se agravan en los cuartos confinados de un barco.

Sin embargo, ninguna reunión informativ­a podría haber expresado la brillante belleza del Canal de Lemaire, un callejón oceánico que el capitán navegó cautelosam­ente. El mar resplandec­iente rebosaba de brillantes icebergs blancos y azules, algunos cubiertos con focas.

Los pasajeros se acomodaron en una rutina diaria, abordar los botes inflables Zodiac para las llegadas a tierra de la mañana y la tarde y caminatas para visitar colonias de pingüinos y focas. El sol brillaba 19 horas al día. Las temperatur­as se mantuviero­n por encima del punto de congelació­n.

Las ballenas minke retozaban al lado de los Zodiac. Una enorme ballena jorobada rompió la proa del barco. Los pasajeros tuvieron que darle un nombre a la ballena después de que los científico­s de happywhale.com revisaron las fotos de las marcas de su cola que resultaron ser únicas, por lo que determinar­on que nunca se había informado sobre esa ballena jorobada. Inspirados por el parecido del patrón con el arte abstracto, al cetáceo lo bautizaron como Pollock, por el

pintor Jackson Pollock.

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