Alcira Soust Scaffo
Roberto Bolaño escribió su libro Amuleto en 1998, cuando Alcira Soust Scaffo ya había muerto en su natal Uruguay, en 1997. Sin esa obra, la mujer que vino a México a especializar su carrera de maestra, en 1952 —y que en 1968 quedó atrapada 13 días en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, cuando el 10 de septiembre soldados del Ejército tomaron la explanada de rectoría—, nadie se acordaría de ella. Sería una astilla más de lo que dejó el movimiento estudiantil del 68.
Alcira en el libro de Bolaño responde al personaje de Auxilio Lacouture, amiga de los poetas del “realismo visceral” —los que aparecen con otros nombres en su gran panorama de la cultura y la barbarie en el México de los años 70, Los detectives salvajes. Alcira deambulaba por el “Aeropuerto” de la facultad mencionada: pelo rubio, ojos azules, alta, desdentada, flaca —algunos le decían “Vitola”, actriz de las películas de Tin Tan.
Bolaño termina Amuleto cuando Alcira sale de su guarida, atrapada en un baño de la facultad, amedrentada por los soldados, sin comida. Pudo sobrevivir de pura agua. En la obra recuerda el México de esos años, sus amistades con los poetas, la amante del Che, Lilian Serpas, que jamás quiso contar su affaire sexual con el ideólogo argentino.
Este año el Museo Universitario de Arte Contem- poráneo, MUAC, hizo de ella una instalación fallida, con los archivos, testimonios y memorias que dejó la huella de Alcira Soust Scaffo. Buena intención pero desigual muestra quizá por la prisa de una vida que exige lentitud para entenderse.
Hoy, 50 años después, si ella viviera nadie se acordaría de su paso por México porque fue apenas un eslabón de aquellas batallas del movimiento estudiantil. Pero al recordar su rostro y su historia —la conocí en mis años de estudiante universitario, al finalizar los 70—, se ponen los pelos de punta nomás de pensar que una mujer fue prisionera por sí misma por el terror de sentir las armas cerca de su cabeza.
¿Se volvió desquiciada y paranoica desde entonces? Nadie sabe hasta ahora la verdad de Alcira, de quienes algunos aseguran que era el personaje fantástico de Julio Cortázar en Rayuela, La Maga, aunque en realidad Octavio Paz dijo que uno de los modelos del personaje era Edith Aron, una judía argentina de origen germano, maestra de letras en Londres. Pero, ¿qué importan las leyendas en torno a Alcira Soust Scaffo frente a la realidad de una vida destruida por la vida misma?
Lo que sí importa es que Roberto Bolaño demuestra que la vida está en la literatura.
TRASPIÉ: Ojalá sea cierto que Pável Granados va a la Fonoteca Nacional. Gana la institución. M