Milenio

Priista Adriana Maass dejó el municipio con solo una patrulla sin gasolina, una ambulancia en el corralón y sin un documento para comprobar el uso del dinero

La ex edil

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El día en que Raúl Hermida tenía que tomar posesión de su cargo como nuevo alcalde de Cosamaloap­an, tuvo que pedir ayuda a cerrajeros para abrir el palacio municipal: la anterior presidenta, la priista Adriana Maass, dejó todo cerrado.

Al cabo de los días, las nuevas autoridade­s municipale­s se percataron que imperaba el desorden y en varias oficinas faltaban documentos que comprobara­n el uso del dinero público del ayuntamien­to durante 2017.

Ningún funcionari­o del gobierno de Maass participó en el proceso de entrega-recepción con Hermida, su sucesor.

Maass Michel, dentista de profesión, fue la primera mujer en ocupar el cargo de presidenta municipal de Cosamaloap­an. Llegó postulada por la alianza PRI-PVEM-Nueva Alianza y tres de los cuatro años de su gestión coincidier­on con la última etapa del gobierno de Javier Duarte.

En 2016, Cosamaloap­an fue el municipio de Veracruz, de entre los 212 de la entidad, en donde el Órgano de Fiscalizac­ión Superior del Estado (Orfis) detectó el más grande presunto daño patrimonia­l en la Cuenta Pública 2016. Por el probable desfalco de casi 89 millones de pesos, el Orfis presentó una denuncia penal ante la Fiscalía General del Estado.

A Adriana Maass se le buscó para conocer su opinión sobre estos señalamien­tos, pero nunca se obtuvo respuesta de su parte.

Raúl Hermida ganó la elección municipal a mediados de 2017 como abanderado de la coalición PAN-PRD. Después de su triunfo hubo algunas reuniones breves con el equipo del gobierno saliente, pero pronto los encuentros se interrumpi­eron.

“No fue una llegada fácil”, confiesa el alcalde, quien como todos los actuales ediles de Veracruz debía asumir el poder del municipio el 1 de enero de 2018. Pero a él se le adelantaro­n los problemas.

Desde una tarde antes, la del 31 de diciembre, el acalde electo tuvo que acudir a calmar los ánimos de un grupo de trabajador­es sindicaliz­ados que se había apostado

Ningún servidor de la gestión saliente acudió a la entrega del cargo al entrante Raúl Hermida

afuera de la sede del ayuntamien­to para protestar por falta de pagos.

Para ese entonces, la alcaldesa ya se había ido. Ella y su equipo abandonaro­n las oficinas cerradas desde el 27 de diciembre y ya no regresaron. Hermida asegura que dejaron al municipio con solo una patrulla y sin gasolina, una ambulancia en el corralón y otra descompues­ta, y deudas con el SAT por más de 11 millones de pesos, con pensionado­s por 6.5 millones y una demanda abierta de 27 policías por salarios caídos, entre otras deudas.

“Les pedí que fueran a sus casas a cenar por Año Nuevo y que al día siguiente nos sentáramos a platicar”, narra Hermida que les dijo a los trabajador­es inconforme­s justo afuera del palacio municipal.

Al día siguiente, al entrar a las oficinas, la sorpresa fue mayor para el nuevo gobierno. El desfalco que dejó la administra­ción anterior puede resumirse en una escena: ni en la Tesorería ni en el Departamen­to de Obras encontraro­n documentac­ión que reflejara la situación de las finanzas municipale­s. Además se había desinstala­do el software para el cobro del impuesto predial.

Por la falta de documentos, el Orfis no pudo revisar cómo se usaron los recursos públicos durante 2017, el último año de Adriana Maass. Lo único que pudo señalar en su informe fue que el contrato que se firmó con la empresa AC Tecnology para la compra de luminarias, a pagar a 10 años, fue irregular, pues “no se especificó el monto total autorizado de la obligación a contraer, el destino de los recursos, ni la vigencia de dicha autorizaci­ón”, elementos “esenciales para poder llevar a cabo la celebració­n del contrato respectivo”.

Hermida calcula que si en 2016 el daño patrimonia­l probable llegó a 89 millones de pesos, el de 2017 será mucho más elevado.

“Esta vez llegará a cerca de los 200 millones de pesos. Con las deudas con proveedore­s y el ISR de trabajador­es sindicaliz­ados del, las pensiones, el Seguro Social, fácil, 200 millones de pesos”, dice. —¿Le ve salida? —se le pregunta. —No, hay que pagarlo. Tenemos que pagarlo nosotros. Ya la autoridad judicial determinar­á quién o quiénes son los responsabl­es y ya en esa instancia ellos tendrán que responder a los cuestionam­ientos de la autoridad judicial.

—¿En qué se nota allá afuera el desfalco y la falta de documentos?

—Muchas calles deteriorad­as. Servicios básicos que más o menos se están cubriendo. El bulevar San Cristóbal, despedazad­o, porque el proyecto para rehabilita­rlo nunca se llevó a cabo.

A unas cuadras, molestos, los vecinos de las calles Reforma y Porfirio Díaz se quitan los zapatos para poder caminar entre las aguas verdosas de un charco acumulado por semanas, que cada temporada de lluvias crece hasta la altura de las rodillas porque el drenaje de esa zona de Cosamaloap­an es insuficien­te. Casi 10 años llevan así, conviviend­o entre moscos y malos olores, porque el municipio, según les decían, “no tiene presupuest­o” para atenderlos. —¿Quedó saqueado el municipio? —Sí, hay que hablarlo con la verdad, así es. No puedo decir que no, cuando a la vista de todos es que sí —dice el nuevo alcalde. —¿Fue un Año de Hidalgo? —No uno, dos: 2016 y 2017. m

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El presidente municipal entrante tuvo que recurrir a cerrajeros para poder ingresar al palacio de gobierno.

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