Milenio

EL ARTE DEL VINO

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La investigac­ión de cada obra la lleva a universos distintos que fragmenta en elementos de color y textura. Su formación artística entre México y Miami la involucra con un ejercicio pictórico disciplina­do en el uso de los materiales y la técnica, que deriva a las sensacione­s, atmósferas y emociones. Es un reto encantador el vino, entonces me puse a investigar y dije “mitología griega, el Dionisio de los griegos; Baco de los romanos”, que es el mismo dios. Me vuelve loca la parte de este dios en esa metamorfos­is que tiene esas formas tan cerradas de volverse un dios que fluye, que te deja ver esos espejos, te deja verte a ti mismo, darte una mirada hacia ti mismo más fluida, nos da esas formas para bajarse del Olimpo al inframundo, esas transforma­ciones en diferentes animales. Nos transporta­ban en todas las anécdotas que ellos viven con la gente, porque son dioses que cometen errores. Son muy seductores, al ver esa metamorfos­is me involucro en eso, y es lo que quise plasmar en mi obra, esa metamorfos­is, me dejé llevar y la hice mía, dejé de usar mi pincelada tan recta y decidí fluir más, como es el vino y cómo fluía él en esa metamorfos­is, cómo llegar a ser uno mismo. Tenemos claroscuro­s, y percibir que sin oscuro no existe claro y sin claro no existe oscuro. Ver lo que hace la pintura, y lo que a mí más me ayuda es que vivo el momento, el hoy, el ahora cuando pinto, es ver cómo esa Ave Fénix que fluye, cómo vas llegando a esos lugares, me encanta sentir ese inframundo. Pensé en cómo antes hacían el vino, cómo lo pisaban y al pisar la uva, la espuma que salía, el color como rosado, rojizo, y dije “todo eso lo tengo que proyectar, meter adentro de esta pintura”. M

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