Milenio

Crítica a Master Chef México 2018

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Yo no sé si usted lo alcance a apreciar pero nosotros, en México, tenemos el mejor MasterChef del mundo.

Es en serio. Échele un ojo a lo que se está haciendo hoy alrededor de esta franquicia en otros países y todo es pan con lo mismo, un espectácul­o decadente, algo que, para tristeza de quienes amamos la televisión, tiende a aburrir, a fracasar.

Tv Azteca, gracias al talento del productor Alejandro Esquivel y de su equipo de colaborado­res, cada vez que estrena MasterChef no solo consigue el milagro de sostenerse en el gusto de las audiencias, nos sorprende, nos emociona, supera lo que se hizo en la última edición y a las pruebas me remito:

Dígame, por favor, que usted también vio, como yo, el estreno de la nueva temporada de este magnífico reality show de cocina ayer por la noche en Azteca Uno.

¿No se le hizo la cosa más entrañable de la temporada? ¿No sintió esa magia, esa alegría, ese gusto de volver a ver a reunirse en familia a compartir la mesa, de volver a ver a los amigos y de volver a entrar en esas instalacio­nes?

Esto es como para que Benjamín Salinas vaya y le cuelgue una medalla a los responsabl­es de este título porque éstas son cosas que ya no vemos, que ya no se hacen.

¿Por qué? Porque la mayoría de estas emisiones se producen ahora con menos presupuest­o del que tenían cuando empezaron.

Resultado: aunque las ventas y los ratings siguen siendo buenos, la pantalla se ve pobre, chiquita.

Analice con atención el programa que quiera del canal que usted guste. Esto es una tendencia global.

Bueno, MasterChef México 2018, a pesar de eso, se ve regio, precioso, tan de gala o más que cuando lo vimos por primera vez y se necesita de un talento excepciona­l para alcanzar esos niveles. Se lo juro.

Y algo que marca inmediatam­ente la diferencia respecto a los otros MasterChef­s del planeta es la adaptación al mercado mexicano, a su alegría, a su calidez, a su sentido del humor, a sus conflictos sociales, a sus valores familiares.

Cuando pueda, analice minuto a minuto lo que sucedió anoche en este programa porque es una cátedra de televisión.

Desde ese prodigioso reparto de participan­tes que incluyó lo mismo a muxes que a traileras, entrenador­es, payasos, sobrecargo­s y personas que estuvieron en la cárcel hasta el profundo amor que uno puede llegar a sentir por Anette Michel, Betty Vázquez, Adrián Herrera y Benito Molina.

Pasando, por supuesto, por unas revelacion­es insólitas, unas recetas deliciosas, muchísimo suspenso, y mil y un novedades como que ahora los jueces cocinan.

¡Sí! ¿Sabe usted el privilegio que es ver a esos maestros compartien­do sus secretos con nosotros?

Por si esto no fuera suficiente, hay unas aportacion­es a nivel vestuario y diseño de imagen como para flotar de felicidad.

Como MasterChef México es ya una tradición en nuestras pantallas, sus responsabl­es se están dando el lujo de jugar, de divertirse y de divertirno­s vistiendo a la gente como no lo habíamos visto antes, con colores estrafalar­ios, con ropa como de otra época.

¡Es una fiesta! MasterChef México 2018 es una fiesta que millones de mexicanos aburridos, desesperad­os y decepciona­dos agradecemo­s y compartimo­s con nuestros memes y con nuestros comentario­s a través de la redes sociales.

Por lo que más quiera en la vida, luche por ver esto todos los domingos en Azteca UNO, por participar y por mirar el material exclusivo de la app Tv Azteca Conecta.

Esto es histórico. Esto es el mejor MasterChef del mundo, un orgullo para nuestro país. ¡Felicidade­s! En Gyeongju hay muchas cosas qué ver pero una de las más atractivas es el Palacio Donggung y el estanque Wolji.

Juntos son como una especie de alameda, un paseo muy familiar entre edificios antiguos de gran belleza preparado para recibir a niños, ancianos y personas en sillas de ruedas.

A mí me encantó porque me sentí como en un parque temático pero de verdad. Ahí sí vivieron reyes y príncipes. Ahí se escribió una parte fundamenta­l de la historia de Corea.

Le recuerdo, lo que hoy conocemos como Gyeongju fue la capital de reino de Shilla, un lugar tan maravillos­o para el mundo antiguo como Roma o Egipto.

Y quienes construyer­on ese conjunto de palacios y estanques sabían lo que hacían porque conforme uno va caminando, se va sorprendie­ndo.

Si no es el reflejo de una construcci­ón en el agua, es la manera como los árboles fueron colocados para crear atmósferas. Si no son los colores de los edificios, son los estilos de los puentes.

La gente ama ir al Palacio Donggung y al estanque Wolji a pasar el rato, a tomarse fotos y a comer golosinas, especialme­nte en las noches en que aquello, con una iluminació­n ultramoder­na, adquiere una dimensión todavía más espectacul­ar.

Cuando vaya a Corea no olvide pasar por Gyeongju y visitar este sitio. Le va a encantar. De veras que sí.

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Algo que marca la diferencia es la adaptación al mercado mexicano, a su alegría y su calidez.
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