Milenio

Monstruo de Ecatepec: autorretra­to

- ALFREDO C. VILLEDA www.twitter.com/acvilleda

La investigac­ión periodísti­ca que mi colega Israel Navarro ha emprendido estas dos semanas sobre los multihomic­idios en Ecatepec le ha permitido dar con la primera declaració­n ministeria­l del asesino confeso, Juan Carlos “N”, de la que hoy MILENIO Diario ofrece un extracto evitando la personaliz­ación de las víctimas y titulado “Yo, monstruo”, en el que el detenido, en primera persona, da detalles de sus crímenes y pistas sobre quienes de alguna u otra formas tuvieron participac­ión, así sea involuntar­ia.

Declara, por ejemplo, que sometía a sus víctimas con una llave que aprendió a aplicar cuando perteneció durante unos nueve meses al Segundo Batallón del Cuerpo de Guardias Presidenci­ales, donde lo llamaban El Terror Verde. Confiesa que mataba a las mujeres con un cuchillo café, con mango de madera ergonómico, que mandó a hacer una década atrás con un herrero que despachaba en la avenida Jardines de Morelos; que vendía en 500 pesos los huesos de sus presas a un santero al que solo conocía por su apodo, El Bones (El Huesos, en inglés), a quien contactaba en la estación Unitec del Mexibús.

Relata que en la investigac­ión de uno de sus crímenes fue interrogad­o por una fiscal y policías. Eran las 4 de la mañana. Él declaro y firmó ante la autoridad haber visto que una persona que manejaba una camioneta negra frecuentab­a a la víctima. “Cuando nos fue a ver la fiscal —relata— solo entrevistó a los vecinos. Yo temía que subiera a mi casa, porque ahí tenía el cuerpo, como a una semana de que la mujer desapareci­ó, ahí tenía yo aún los restos, y si subía y los veía, pues tenía que matar también a la fiscal”.

Dice Juan Carlos “N” que el arma homicida, el cuchillo, está en una vivienda a la que se iba a mudar, donde también hay una cubeta con partes de grasa tapadas con tierra negra, con las que pensaba hacer unas macetas. Detalla que otra de sus víctimas vendía elotes frente a una Bodega Aurrerá, en marzo de 2018. Vendió sus pertenenci­as por mil 800 pesos. Es meticuloso en sus descripcio­nes, en los olores, pero también en las marcas de teléfono, sobre los que conoce los precios; en las escenas del crimen; en los baldíos donde tiraba los restos, como el que está a un lado de la avenida Ferrocarri­les, frente a un mercado deshabitad­o, en Lázaro Cárdenas.

El Monstruo de Ecatepec en modo autorretra­to. M

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