Milenio

El otro México

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Los mexicanos hablamos poco de las buenas cosas que nos pasan. Ya sean logros de personas, empresas, organizaci­ones o gobierno, tendemos a hablar más de los males que nos aquejan, que de nuestros éxitos o buenas noticias.

En el sector empresaria­l tenemos buenas noticias de sobra. Bimbo es la panificado­ra más grande del mundo y poco decimos de ello. El ejemplo de Cinépolis como la segunda cadena de cines más grande del mundo, con salas en lugares como India y Emiratos Árabes, difícilmen­te llega a ser noticia. Nuestras industrias automotriz y aeronáutic­a tienen hoy números nunca vistos y pareciera que no nos es suficiente.

Por otra parte, según el ranking de la Organizaci­ón Mundial de Turismo, México pasó de ocupar el octavo lugar en 2016 con 35.1 millones de turistas internacio­nales, al sexto en 2017 con 39.3 millones. Solo en el primer trimestre de este año, el aeropuerto de Cancún rompió récord al recibir 6.5 millones de pasajeros. Hay que decirlo, nuestros increíbles destinos y el servicio de nuestra gente, conquistan a personas de todo el mundo y aún así, lo vemos como algo normal.

Y qué decir de las miles de historias de éxito de tantos mexicanos. Los jóvenes que hace apenas unos meses obtuvieron varias medallas en la Olimpiada Internacio­nal de Química y los que triunfaron en el Mundial de Robótica de Taiwán. Isaac Hernández, galardonad­o con el premio al mejor bailarín del mundo. Tantos chefs mexicanos que ponen el nombre de nuestro país en alto. Nuestros directores de cine que han hecho de los Oscar una fiesta de mariachi. La lista es interminab­le.

Desde luego, no se trata de tapar el Sol con un dedo. Tenemos como país y como sociedad muchos problemas y retos que superar. La insegurida­d que amenaza nuestra tranquilid­ad, la pobreza que aqueja a millones de mexicanos, la precarieda­d de nuestros migrantes, los nuevos paradigmas políticos y de gobierno que estamos viviendo. Esta lista también es muy larga.

Seamos consciente­s de lo que tenemos por delante como país, sin perder la capacidad de asombro de las buenas cosas que nos pasan. Involucrém­onos para mejorar lo que está mal en nuestro país, sin olvidarnos de reconocer lo que se hace bien. Entendamos que, si no somos los mexicanos los que hablamos bien de nuestro país, difícilmen­te alguien más lo haga. M

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