Milenio

Que salieron hace unos días de su país con el objetivo de llegar a EU se instalaron en Tapachula para ganar algo de dinero

Algunos de los hondureños

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Al llegar a México ya lograron un gran paso, pues su objetivo como migrantes hondureños es trabajar en la frontera norte, quizá Tijuana. Son hombres que caminaron desde Honduras con la caravana migrante, pero una vez en Tapachula, Chiapas, prefiriero­n abandonarl­a para buscar la manera de subsistir, aunque sea vendiendo dulces.

El 12 de octubre pasado, José Castillo salió de La Ceiba, Honduras, para unirse a la caravana. Al llegar a México, el mecánico de 20 años prefirió instalarse en el Parque Hidalgo, centro de Tapachula, donde pide dinero que le servirá para comprar una tira de paletas a 10 pesos, las cuales revenderá para adquirir sus pasajes y seguir su camino.

El hombre afroameric­ano prefiere seguir a su propio ritmo, regulariza­r su situación migratoria y poco a poco llegar hasta Tijuana.

Bajo el fulminante rayo del Sol, y 35 grados centígrado­s a la sombra, el joven ofrece pacienteme­nte los dulces, a los que no pone precio, sino lo que cada quien guste aportar.

“¿Me ayudas con una paleta para continuar mi camino?”, murmulla a los transeúnte­s, de entre los que sobresale por su 1.90 de estatura, piel negra y cabellos ensortijad­os. ¿Regresaría­s a Honduras? “Yo supe de la caravana a principios de octubre por una publicació­n en Facebook. Era la oportunida­d que esperaba para buscar una mejor vida, salir de mi país, viajar acompañado y comenzar de nuevo, donde no haya maldad, ni hambre y pueda trabajar para mandar dinero a mi familia”, explica.

La generosida­d de los mexicanos, le sorprende. Por eso aunque su sueño está firme en Estados Unidos, no descarta que, de complicars­e el ingreso a aquel país, pudiese trabajar en Tijuana, porque le han dicho que ahí sí pagan bien.

No sabe en qué puede laborar, porque aunque conoce de mecánica automotriz, considera que aún le falta. Solo tiene la certeza que a Honduras no regresa, pues además de que huye de extorsione­s de los maras, no está dispuesto a seguir viviendo con menos de 800 lempiras a la semana, unos 600 pesos mexicanos.

Sentado en una de las bancas del parque, José hace cuentas del sueldo que podría ganar en Estados Unidos. “Con 100 dólares que yo gane al día, le mando a mi familia lo de una semana, un mes en Honduras, imagínate. Quiero que yo estando allá, ellos no mueran de hambre, como estamos en Honduras”.

“En tres, cuatro meses me estoy viendo en Estados Unidos”, dice mientras su rostro se ilumina.

Kevin Flores, de Tegucigalp­a, capital de Honduras, también ronda el mismo parque. Llegó desde el pasado viernes con la caravana, pero contactó a connaciona­les amigos que ya viven en Tapachula. Ellos prometen ayudarle a regulariza­r su situación migratoria para que pueda llegar a Ciudad de México, trabajar un poco y de ahí ir a Tijuana.

“Yo no tengo el sueño americano. ¿para qué?, yo quiero trabajar bien recio a donde llegue. ¿para qué seguir?, si Trump ya dijo que tiene militares en la frontera, no va a abrir el puente; yo todo lo que necesito es trabajar en la frontera para ayudar a mi familia”, asegura mientras espera a la sombra.

Ellos forman parte de la población que no ha ido a albergues y su presencia se advierte en plazas de Tapachula. m

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Buscan en Chiapas trabajo y regulariza­r situación migratoria.

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