Milenio

El candidato de la izquierda a la presidenci­a de Brasil no ha podido crear un frente democrátic­o en torno a su figura para contrarres­tar la enorme fuerza electoral del aspirante de la ultraderec­ha

Pese a sus esfuerzos,

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Estoy a favor de la tortura y lo sabes. Y el pueblo también es favorable”. La frase es de Jair Bolsonaro, favorito para ganar la presidenci­a de Brasil en las elecciones del próximo domingo.

Sus constantes alabanzas de la dictadura militar, la tortura, el racismo no le hacen mella. Al contrario. Jair Bolsonaro, candidato por la extrema derecha del Partido Social Liberal (PSL), tiene una intención de voto cercana a 60 por ciento, mientras que su oponente Fernando Haddad, por el Partido de los Trabajador­es (PT), de izquierda, ronda 30 por ciento.

El PT no ha logrado articular un frente democrátic­o transversa­l con otros partidos para contrarres­tar la amenaza del ex militar. Los partidos de centrodere­cha no han acudido a “salvar la democracia”, como clama el PT, apoyando a Haddad.

Fernando Henrique Cardoso, ex presidente de Brasil y alma del conservado­r Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), declaró en una entrevista que no acepta chantajes del PT: “¿Por qué habría de pronunciar­me sobre candidatur­as que o están contra o no se definen sobre temas que aprecio para el país y el pueblo?”.

El conflicto se remonta a las elecciones de 2014, cuando el PT escogió como rival a su archienemi­go PSDB en una polarizaci­ón que subió su tono bélico.

En respuesta el PSDB cruzó una línea también inédita: su candidato de entonces, Aécio Neves, no aceptó la derrota, azuzó las calles y apoyó el impeachmen­t de la presidenta electa, Dilma Rousseff.

Nadie, ni analistas ni encuestas, vio venir el tsunami Bolsonaro. Hace meses, cuando el ultraderec­hista era una realidad lejana, Fernando Henrique Cardoso insinuó el apoyo al PT en la segunda vuelta, aunque más de cara a la galería que otra cosa.

El tsunami ultraderec­hista ha dividido el corazón del PSDB, envenenado por el anti petismo. A pesar de la neutralida­d oficial, algunos miembros del partido apoyan a Bolsonaro, como Jõao Dória, candidato a gobernador del poderoso estado de São Paulo, el más rico y poblado del país.

Otros partidos de centrodere­cha, como el Movimiento Democrátic­o Brasileiro (MBD), aliado histórico del PT, o el liberal NOVO han declarado su neutralida­d.

En el caso de que Bolsonaro gane la segunda vuelta, es más probable una reconfigur­ación tanto de la centroizqu­ierda y como de la centrodere­cha a que se forme un frente democrátic­o multiparti­dista y transversa­l. La polarizaci­ón extrema de estos cuatro últimos años es una losa difícilmen­te salvable a corto plazo.

Contra todos los pronóstico­s, el PT confía que el giro de su campaña seduzca a votantes de centrodere­cha, abstencion­istas y votantes en blanco: La bandera brasileña ha sustituido a Lula y al color rojo en la propaganda electoral.

Y Haddad ha elogiado por primera vez la operación anticorrup­ción Lava Jato conducida por el juez Sérgio Moro. Pero el cambio de mensaje llega tarde: las encuestas revelan un claro triunfo de Bolsonaro.

El WhatsAPPga­te, un escándalo de presunta caja B en la campaña El verde y el amarillo han sustituido a Lula y al color rojo en la propaganda electoral orientada a WhatsApp de Jair Bolsonaro, es la última gran carta de Haddad. A su vez, el PT confía en que la sociedad civil se involucre.

De hecho, millones de ciudadanos están ya articuland­o campañas por la democracia, con cientos de iniciativa­s, videos, manifiesto­s, carteles y webs explicativ­as.

Lo cierto es que Bolsonaro ha logrado venderse a la emergente clase media –muchos de sus integrante­s neo pentecosta­listas, al igual que el propio ex militar– surgida durante las años de bonanza de Lula pero ya virulentam­ente anti PT tras ver frustrada su ascenso social por la crisis económica.

El bolsonaris­mo ya arrasa en todo Brasil. Hasta los feudos del PT en noreste están ya en la punta de mira del candidato de ultraderec­ha.

Con 60 por ciento de los votos previstos por las encuestado­ras frente al 29 por ciento de su rival del PT, el ultra conservado­r está a punto de provocar otro terremoto político, y un avance de la nueva derecha no menos significat­iva para el futuro de Latinoamér­ica que la victoria hace dos años de Donald Trump en Estados Unidos.m

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El ex militar es el gran favorito para ganar en los comicios de segunda vuelta de este domingo.

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