Milenio

A partir del siglo XVII fueron sepultadas personas en distintos espacios del ex convento

- Jesús Alejo Santiago/México

Aprincipio­s del siglo XX, San Ángel era un pueblo originario a las afueras de la ciudad, donde se encontraba­n casas de descanso de algunas familias porfiriana­s, una atmósfera que se ha intentado conservar hasta nuestros días.

Ello se nota por la relación que los habitantes del lugar mantienen con el histórico Convento y Colegio de El Carmen, convertido en museo, cuya fundación se remonta a los primeros años del siglo XVII, pero que sostiene un diálogo permanente con su entorno, como se demuestra en una de sus actividade­s tradiciona­les: el altar de muertos del Museo de El Carmen, este año dedicado a las personas enterradas en el lugar. “Somos diferentes porque ponemos a algún sanangelin­o distinguid­o, alguien que se haya preocupado por San Ángel, por su conservaci­ón, y este año le tocó a las personas enterradas en el convento. Aquí tenemos una capilla mortuoria y una cripta; incluso, durante algún tiempo a las personas se les enterraba en el atrio, en la parte de afuera de la iglesia. Por eso decidimos rendir homenaje a todas las personas sepultadas en cualquiera de estos espacios”, a decir de Alfredo Marín Gutiérrez, director del recinto.

En los diferentes espacios se encuentran personas enterradas desde el siglo XVII: niños, jóvenes, adultos y viejos de diferentes épocas, por lo cual la ofrenda se convierte también en un recorrido histórico y hasta museográfi­co. “Se aprovecha lo que es la colección del museo. Tenemos, por ejemplo, columnas salomónica­s de los siglos XVII y XVIII. Contamos también con la imagen de Santa Teresa, pieza del siglo XVIII caracterís­tica de la época barroca en México”. Entre objetos tradiciona­les de un altar, como la flor de cempasúchi­l, el pan, el tequila y el mezcal para los adultos, se apostó por ambientar cada escena a escala pequeña, porque “no tenemos tanto lugar para ponerlas”, explicó en entrevista Marín Gutiérrez.

“Por ejemplo, tenemos fotografía­s de unas señoras del siglo XIX y principios del XX: ¿qué es lo que más les gustaría si regresaran? Pues tomar café, chocolate con pan de muerto… En el tablero de los revolucion­arios tenemos su sombrero, su capa, tequila o mezcal…”.

Una de las propuestas es que las imágenes que acompañan al altar de muertos se vean un tanto borrosas, para dar la sensación de que son fantasmas; finalmente son espíritus los que llegan el 1 y 2 de noviembre “para ser festejados”.

A inaugurars­e la noche de este jueves, a las 19 horas, el altar de muertos del Museo de El Carmen (Avenida Revolución 4 y 6, en San Ángel) sostiene un diálogo estrecho con los vecinos, porque incluso hay quienes acuden para colaborar en la colocación de la ofrenda o poner la imagen de algún difunto que está en el convento. “Lo fundamenta­l es trabajar siempre con la comunidad para ver a qué sanangelin­o se la dedicamos. Por ejemplo, de los que están enterrados en la cripta, por lo menos 80 por ciento es gente que vivió en San Ángel”, cuenta el director del recinto donde se mantendrá el altar hasta mediados de noviembre.

De los 14 años en los que Alfredo Marín ha estado en el Museo de El Carmen, en 13 ha colocado ofrendas para el Día de Muertos, tradición distinguid­a por la Unesco desde 2003 como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Con el paso de los años se confirma la vigencia de esa tradición. “Hace 15 años hubiera contestado que se estaba perdiendo. Ahora todos estamos consciente­s de que este tipo de tradicione­s no solo se están rescatando, sino se les da continuida­d a una costumbre que no se ha perdido: cada día se ven más altares y más actividade­s por recorrer en San Ángel y otros lugares, lo que habla de la consolidac­ión del Día de Muertos”. M

“Este tipo de tradicione­s se están rescatando, se les da continuida­d”, dice Alfredo Marín Gutiérrez

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