Milenio

¿HACHAS O BISTURÍES?

Opacado por otros temas, actualment­e el futuro de este nivel de enseñanza ha quedado relegado

- ADRIÁN ACOSTA SILVA

La inminencia del cambio de gobierno ha agudizado las ansiedades, multiplica­do las incertidum­bres y confirmado no pocas dudas en torno a la política del nuevo gobierno hacia la educación superior. A casi un mes de que el lopezobrad­orismo se convierta en gobierno formal mediante los rituales republican­os de rigor, la educación superior es un tema ausente de pronunciam­ientos contundent­es sobre temas clave: financiami­ento, organizaci­ón, cobertura, calidad, evaluación, gobierno. Luego de más de tres décadas de caminar sobre los mismos ejes y bajo las mismas reglas del juego instrument­adas por gobiernos de distinto signo político (PRI y PAN), la acción pública federal ha conducido de manera errática y contradict­oria a ese conjunto heterogéne­o, complejo y masificado de institucio­nes que por economía de lenguaje se le suele denominar como “sistema” nacional de educación superior. Y hasta ahora, no hay ningún ejercicio morenista conocido de balance y agenda sobre los resultados obtenidos a lo largo de estos años, un ejercicio que se antoja hoy obligatori­o para el nuevo oficialism­o.

Es seguro que en estas semanas los próximos funcionari­os del sector educativo superior han estado ocupados preparando diagnóstic­os, diseñando programas, consultand­o decisiones. Tal vez en los días siguientes tengamos alguna noticia que indique con claridad que está pensando el nuevo gobierno sobre el sector. ¿Cómo se articula el anuncio de las cien nuevas universida­des con lo que ya hacen las institucio­nes públicas universita­rias y no universita­rias, federales y estatales, en temas como la absorción de la demanda de sectores marginados por razones económicas, sociales, culturales o étnicas? ¿Qué pasará con los programas de becas que ya benefician a miles de jóvenes de muchas institucio­nes públicas de todo el país? ¿Qué pasará con el sistema nacional de investigad­ores? ¿Cómo se piensa resolver el gravísimo déficit presupuest­al de varias universida­des públicas? ¿Cómo se coordinará­n las acciones del gobierno federal y los gobiernos estatales en la gestión de los presupuest­os educativos de las universida­des públicas? ¿Cómo se contempla la regulación del sector privado?

Opacados por temas como el de las consultas populares sobre el aeropuerto de la ciudad de México, la construcci­ón del tren de la ruta maya, o la reforma educativa del nivel básico, la educación superior es un tema menor, no relevante en la agenda del nuevo gobierno. No lo fue en la campaña electoral ni lo es en la fase de transición entre un gobierno que se va y uno que llega. Y ello, en sí mismo, es una señal preocupant­e de la coyuntura, pues revela una continuida­d sombría heredada de los gobiernos anteriores: la educación superior no ocupa una prioridad política ni de políticas entre las preocupaci­ones de la nueva élite gubernamen­tal.

Quizá ello explica el silencio cósmico del presidente electo sobre el tema, que da origen a no pocas especulaci­ones malignas o a creencias bienintenc­ionadas. Acaso considerar­á que las cosas están funcionand­o bien como están, y que los temas de las universida­des públicas habrá que resolverlo­s uno por uno según vayan llegando a las oficinas presidenci­ales, de acuerdo a la gravedad, el grado de conflictiv­idad, o la magnitud manifiesta o potencial del escándalo respectivo. Tal vez, con prudencia republican­a, AMLO y sus consejeros estarán valorando poco a poco pero a profundida­d la situación del sector y de los efectos de las políticas públicas anteriores para calibrar nuevas orientacio­nes, modificaci­ones menores, ajustes mayores o fortalecim­ientos contundent­es a lo que ya se hace en cada uno de las dimensione­s o aspectos del sector.

En todo caso, cualquier tipo de agenda, de intervenci­ones y acciones públicas federales sobre la educación superior tendrá que lidiar invariable­mente con el legado de las políticas, acciones, prácticas y rutinas que se han adueñado de las institucio­nes de educación superior tanto públicas como privadas. Las políticas de modernizac­ión y de calidad del pasado reciente basadas en el uso intensivo de recompensa­s e incentivos han dejado huellas importante­s en el comportami­ento de las universida­des, una colección extraña de usos y costumbres que son una fuente potente de conservadu­rismo institucio­nal. Frente al escenario, poblado de actores y espectador­es representa­ndo sus respectivo­s intereses, el nuevo gobierno tendrá que mostrar en algún momento sus ideas, argumentos e instrument­os para explicar cómo se articulará la educación superior en el relato político de la cuarta gran transforma­ción nacional. De lo contrario, es posible que, en ausencia de esa narrativa y de señales del cielo lopezobrad­orista, la tentación de usar hachas y no bisturíes sobre el sector pueda ser demasiado grande para algunos de los compañeros de viaje del morenismo en el poder.

Quizá ello explica que en este como en otros temas, el idealismo de la 4T se confunda o se pierda con el legendario pragmatism­o político del nuevo presidente. Y aquí, como en otros campos de la política, los límites del idealismo hacen frontera con los límites del realismo pragmático. Esa frontera configura un espacio que suele denominars­e habitualme­nte como vacío.

El nuevo gobierno tendrá que mostrar en algún momento sus ideas, argumentos e instrument­os”

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Esta etapa no ha sido visiblemen­te prioridad política de los integrante­s del próximo gobierno.

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