Milenio

Consulta: lo malo y lo bueno

- MANUEL BAEZA

La consulta popular sobre el futuro del Nuevo Ae- ropuerto Internacio­nal de México es un ejercicio de claroscuro­s. Y conste que no hablo de ella en pasado, porque aún quedan dos días más de este ejercicio tan controvers­ial.

Primero lo malo. Insisto en que la consulta podrá ser lo que sea, menos un ejercicio con legalidad. Y no lo es porque no lo hace ninguna autoridad formal, aunque la promueva el Presidente electo y su equipo. Hay que recordar que Andrés Manuel López Obrador aún no asume el poder constituci­onal, aunque ya mande en México. Cosas que ocurren en nuestro país.

¿Quién hizo entonces la consulta? Un grupo de colaborado­res y simpatizan­tes del Presidente electo, pero no tiene sustento oficial, pues ninguno de los organizado­res trabaja en el gobierno todavía. Sea cual fuere el resultado, no pasa de ser un ejercicio que no está sujeto a cumplirse. Si AMLO avala el resultado, o lo desconoce, da lo mismo: no pasa de ser una consulta que es iniciativa de un ciudadano como cualquier otro (todavía).

Fue evidente que pese a la buena intención de sus organizado­res, hubo errores y fallas en el método para captar las opiniones. Hubo quienes intentaron votar varias veces y lo lograron (periodista­s en su mayoría), y otros que solo pudieron hacerlo una vez porque el sistema electrónic­o de la consulta detectó su intención de participar más de una vez. Hubo, pues, prietitos en el arroz, sobre todo por la informalid­ad de su ejecución. Pero también hubo algo bueno, y lo resalto. La consulta, pese a que a muchos no nos gusta, nos permite ver que hay miles de personas en el país dispuestas a opinar sobre temas importante­s para la sociedad. Lo digo porque en las mesas de recepción había mujeres y hombres de diferentes edades y estilos de vida, todos convencido­s de su voto.

En este caso no importa si el ejercicio es legal o no. Lo que importa es que ha movido a hombres y mujeres que quieren ser escuchados, algo que por décadas no ocurrió.

Si ese entusiasmo e interés (tanto de simpatizan­tes como de detractore­s) ha despertado la consulta sobre el aeropuerto, entonces queda claro que un mecanismo formal y legal para opinar debe ser ya parte de nuestra vida cotidiana.

Podremos ser simpatizan­tes o no de López Obrador, pero no queda más que reconocer que las consultas llegaron para quedarse. Ojalá las autoridade­s federales, estatales y municipale­s vean en lo que pasa este fin de semana un ejemplo fundaciona­l de consultas, referéndum­s y plebiscito­s. Así, bajo un marco legal bien definido, sea bienvenida la democracia participat­iva. M

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