Consulta: lo malo y lo bueno
La consulta popular sobre el futuro del Nuevo Ae- ropuerto Internacional de México es un ejercicio de claroscuros. Y conste que no hablo de ella en pasado, porque aún quedan dos días más de este ejercicio tan controversial.
Primero lo malo. Insisto en que la consulta podrá ser lo que sea, menos un ejercicio con legalidad. Y no lo es porque no lo hace ninguna autoridad formal, aunque la promueva el Presidente electo y su equipo. Hay que recordar que Andrés Manuel López Obrador aún no asume el poder constitucional, aunque ya mande en México. Cosas que ocurren en nuestro país.
¿Quién hizo entonces la consulta? Un grupo de colaboradores y simpatizantes del Presidente electo, pero no tiene sustento oficial, pues ninguno de los organizadores trabaja en el gobierno todavía. Sea cual fuere el resultado, no pasa de ser un ejercicio que no está sujeto a cumplirse. Si AMLO avala el resultado, o lo desconoce, da lo mismo: no pasa de ser una consulta que es iniciativa de un ciudadano como cualquier otro (todavía).
Fue evidente que pese a la buena intención de sus organizadores, hubo errores y fallas en el método para captar las opiniones. Hubo quienes intentaron votar varias veces y lo lograron (periodistas en su mayoría), y otros que solo pudieron hacerlo una vez porque el sistema electrónico de la consulta detectó su intención de participar más de una vez. Hubo, pues, prietitos en el arroz, sobre todo por la informalidad de su ejecución. Pero también hubo algo bueno, y lo resalto. La consulta, pese a que a muchos no nos gusta, nos permite ver que hay miles de personas en el país dispuestas a opinar sobre temas importantes para la sociedad. Lo digo porque en las mesas de recepción había mujeres y hombres de diferentes edades y estilos de vida, todos convencidos de su voto.
En este caso no importa si el ejercicio es legal o no. Lo que importa es que ha movido a hombres y mujeres que quieren ser escuchados, algo que por décadas no ocurrió.
Si ese entusiasmo e interés (tanto de simpatizantes como de detractores) ha despertado la consulta sobre el aeropuerto, entonces queda claro que un mecanismo formal y legal para opinar debe ser ya parte de nuestra vida cotidiana.
Podremos ser simpatizantes o no de López Obrador, pero no queda más que reconocer que las consultas llegaron para quedarse. Ojalá las autoridades federales, estatales y municipales vean en lo que pasa este fin de semana un ejemplo fundacional de consultas, referéndums y plebiscitos. Así, bajo un marco legal bien definido, sea bienvenida la democracia participativa. M