La ciencia en la cuarta transformación
Las propuestas del Plan de Reestructuración Estratégica del Conacyt son ideológicas y políticas, más que científicas, y de seguirse al pie de la letra van a poner en riesgo el éxito del proyecto de Andrés Manuel López Obrador
En 1970, México, Corea del Sur y España tenían indicadores económicos muy parecidos. En China, millones vivían en la pobreza y los productos de Japón tenían fama de ser copias malas. Medio siglo después, México ha quedado muy rezagado con respecto a esos países y el número de mexicanos en la pobreza ha aumentado dramáticamente.
El progreso en esos países implica muchos factores, pero uno de ellos es el esfuerzo en ciencia, tecnología e innovación (CTI). Sin duda, que un país desarrolle CTI no es una condición suficiente para el desarrollo, pero sí es necesaria. Sin CTI, la población está condenada a trabajos de baja remuneración.
México invierte solo 90 dólares por habitante para apoyar la CTI, mientras que países como Japón, con una población similar, destinan hasta mil 400 dólares por habitante.
De un total de 34 países miembros de la OCDE, donde México ocupa el lugar 15 por el tamaño de su economía, el país es el penúltimo lugar en términos de inversión en CTI, con una economía mayor que la de países como Suecia, Holanda, Turquía y Suiza, los cuales gastan más en CTI que México.
Para generar e introducir al mercado un producto de alta tecnología existen tres etapas: la investigación científica, la investigación orientada al desarrollo del producto y la implementación comercial. En los viejos modelos se consideraba que eran secuenciales y solo en una dirección. La visión actual es que son procesos paralelos e interconectados y que ocurren en diferentes direcciones. La ciencia descubre nuevos fenómenos y la implementación tecnológica nuevos problemas que requieren investigación científica.
El Plan de Reestructuración Estratégica del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) que se ha difundido ha generado una gran preocupación en la comunidad científica y representa una visión aislacionista que, de seguirse al pie de la letra, va a poner en riesgo el éxito del proyecto de Andrés Manuel López Obrador.
El plan presentado plantea regresar 30 años atrás y parece partir de la mexicanísima idea de despreciar y desacreditar todo lo anterior y empezar de cero, hasta con un nuevo nombre (ignorando que la sociología, la historia y la filología son tan ciencias como la física y las matemáticas ). La visión es muy centrada en el punto de vista personal e ideológico de quienes lo elaboraron. El equipo de transición parece haberse tragado una de las grandes mentiras propagada por algunos economistas neoliberales: que el gobierno no debe apoyar a la industria en CTI, y plantea que no habrá dinero público para ayudar a empresas. La realidad es otra: en todos los países con alta tecnología, el gobierno invierte en la industria.
En Estados Unidos el sector privado aporta 67% del gasto total en CTI; sin embargo, el gobierno federal también contribuye. Las cifras son contundentes: gasta 27% de su presupuesto de CTI en investigación básica, 29% en investigación tecnológica y 43% directamente al desarrollo industrial de productos.
Afortunadamente la cultura de la innovación se ha ido permeando en México, existen muchos investigadores que se involucran en innovación junto con empresarios y muchas empresas que han instalado centros de investigación. La interacción con los investigadores de universidades y centros públicos es constante y debe expandirse, no cancelarse. El apoyo a la industria no debería ocurrir a expensas de la ciencia básica, sino en adición a la misma.
El plan sobre el Conacyt usa terminología que ha preocupado mucho: “Hablar de ciencia occidental”, “ciencia ciudadana”, “mecanismos de veto a proyectos de Investigación” y otras ideas, que parecen indicar un sexenio de aislamiento y desconfianza del mundo y de los propios científicos mexicanos. La idea parece ser tener un control centralizado de las ideas y los temas de investigación. La ciencia y el desarrollo tecnológico son necesariamente globalizados; China, Japón y Corea, como líderes de la “ciencia oriental”, trabajan los mismos temas que en otros países y han creado un espíritu de innovación ejemplar. Ojalá que nuestra ciencia “no occidental” sea como la de esos países.
La historia es inexorable: cuando a la ciencia se le ponen camisas ideológicas se produce la mediocridad (ejemplo, la URSS).
También se contempla que se va a apoyar la descentralización, moviendo una parte del Conacyt a Baja California Sur. Llevar a una dependencia administrativa fuera de la Ciudad de México no es descentralización y solo va a incrementar los costos. Las políticas de descentralización de la ciencia en México comenzaron hace muchos años. En los años 80, la mayoría de la ciencia y tecnología se hacía en Ciudad de México. Por fortuna hoy ya no es así; existen universidades estatales que han avanzado enormemente, a pesar de los retos. Doy como ejemplo la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la cual cuenta con muchos investigadores que hacen ciencia de primera línea con un gran compromiso social y que tiene criterios académicos muy estrictos de contratación. Lo mismo se puede decir de la Universidad Autónoma de Nuevo León, la de Puebla, la de Yucatán y muchas otras. Casi todos los centros Conacyt están en el interior del país. ¿No sería mejor apoyar a esas universidades y centros, en lugar de reubicar burócratas? Se ha creado una gran inquietud entre los jóvenes que se beneficiaron del Programa de Cátedras del Conacyt, que permitió que un buen número de investigadores recién doctorados tuvieran trabajo. El programa fue insuficiente, aún hay un buen número de doctores
Qdesempleados o subempleados. Este programa debería continuar y expandirse estratégicamente. Tristemente, México no ha creado suficientes oportunidades para aprovecharel talento y los conocimientos de los ex becarios. No tiene sentido que el país invierta en becas si no hay capacidad de integrar a los jóvenes. La ciencia es un plan de largo plazo y no debe depender de la ideología del Tlatoani científico en turno. De hecho, a mediano plazo se debería buscar dotar al órgano ejecutor de la política de ciencia y tecnología de cierta autonomía y permitir que la visión que impere en la CTI sea una de largo plazo, igual que ocurre con la autonomía del Banco de México. La comunidad científica en su mayoría no participó en la elaboración del citado plan; las academias, sociedades científicas, el foro consultivo, innovadores e industriales de vanguardia deben ser escuchados. Ojalá que AMLO ordene a los funcionarios que designe en el Conacyt que elaboren un nuevo plan en el que se incluya la opinión de la comunidad científica y que represente el consenso. De otra manera se creará un movimiento de resistencia y desgaste en una comunidad pensante, critica e independiente, que mayoritariamente lo apoyó con su voto. Las propuestas del plan sobre el Conacyt son ideológicas y políticas, mas que científicas. Si se imponen, como dijo Miguel de Unamuno, “vencerán, pero no convencerán”.m
*El doctor Miguel José Yacamán es investigador y profesor en el área de física. Es Premio Nacional de Ciencias y Artes e investigador emérito del Sistema Nacional de investigadores. Ha recibido numerosos premios y reconocimientos de sociedades científicas como la American Physical Society y The Metals Society, entre muchas otras. Es Profesor en la Universidad de Texas y en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. yacaman@me.com