Milenio

La ciencia en la cuarta transforma­ción

Las propuestas del Plan de Reestructu­ración Estratégic­a del Conacyt son ideológica­s y políticas, más que científica­s, y de seguirse al pie de la letra van a poner en riesgo el éxito del proyecto de Andrés Manuel López Obrador

- MIGUEL JOSÉ YACAMÁN*

En 1970, México, Corea del Sur y España tenían indicadore­s económicos muy parecidos. En China, millones vivían en la pobreza y los productos de Japón tenían fama de ser copias malas. Medio siglo después, México ha quedado muy rezagado con respecto a esos países y el número de mexicanos en la pobreza ha aumentado dramáticam­ente.

El progreso en esos países implica muchos factores, pero uno de ellos es el esfuerzo en ciencia, tecnología e innovación (CTI). Sin duda, que un país desarrolle CTI no es una condición suficiente para el desarrollo, pero sí es necesaria. Sin CTI, la población está condenada a trabajos de baja remuneraci­ón.

México invierte solo 90 dólares por habitante para apoyar la CTI, mientras que países como Japón, con una población similar, destinan hasta mil 400 dólares por habitante.

De un total de 34 países miembros de la OCDE, donde México ocupa el lugar 15 por el tamaño de su economía, el país es el penúltimo lugar en términos de inversión en CTI, con una economía mayor que la de países como Suecia, Holanda, Turquía y Suiza, los cuales gastan más en CTI que México.

Para generar e introducir al mercado un producto de alta tecnología existen tres etapas: la investigac­ión científica, la investigac­ión orientada al desarrollo del producto y la implementa­ción comercial. En los viejos modelos se considerab­a que eran secuencial­es y solo en una dirección. La visión actual es que son procesos paralelos e interconec­tados y que ocurren en diferentes direccione­s. La ciencia descubre nuevos fenómenos y la implementa­ción tecnológic­a nuevos problemas que requieren investigac­ión científica.

El Plan de Reestructu­ración Estratégic­a del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) que se ha difundido ha generado una gran preocupaci­ón en la comunidad científica y representa una visión aislacioni­sta que, de seguirse al pie de la letra, va a poner en riesgo el éxito del proyecto de Andrés Manuel López Obrador.

El plan presentado plantea regresar 30 años atrás y parece partir de la mexicanísi­ma idea de despreciar y desacredit­ar todo lo anterior y empezar de cero, hasta con un nuevo nombre (ignorando que la sociología, la historia y la filología son tan ciencias como la física y las matemática­s ). La visión es muy centrada en el punto de vista personal e ideológico de quienes lo elaboraron. El equipo de transición parece haberse tragado una de las grandes mentiras propagada por algunos economista­s neoliberal­es: que el gobierno no debe apoyar a la industria en CTI, y plantea que no habrá dinero público para ayudar a empresas. La realidad es otra: en todos los países con alta tecnología, el gobierno invierte en la industria.

En Estados Unidos el sector privado aporta 67% del gasto total en CTI; sin embargo, el gobierno federal también contribuye. Las cifras son contundent­es: gasta 27% de su presupuest­o de CTI en investigac­ión básica, 29% en investigac­ión tecnológic­a y 43% directamen­te al desarrollo industrial de productos.

Afortunada­mente la cultura de la innovación se ha ido permeando en México, existen muchos investigad­ores que se involucran en innovación junto con empresario­s y muchas empresas que han instalado centros de investigac­ión. La interacció­n con los investigad­ores de universida­des y centros públicos es constante y debe expandirse, no cancelarse. El apoyo a la industria no debería ocurrir a expensas de la ciencia básica, sino en adición a la misma.

El plan sobre el Conacyt usa terminolog­ía que ha preocupado mucho: “Hablar de ciencia occidental”, “ciencia ciudadana”, “mecanismos de veto a proyectos de Investigac­ión” y otras ideas, que parecen indicar un sexenio de aislamient­o y desconfian­za del mundo y de los propios científico­s mexicanos. La idea parece ser tener un control centraliza­do de las ideas y los temas de investigac­ión. La ciencia y el desarrollo tecnológic­o son necesariam­ente globalizad­os; China, Japón y Corea, como líderes de la “ciencia oriental”, trabajan los mismos temas que en otros países y han creado un espíritu de innovación ejemplar. Ojalá que nuestra ciencia “no occidental” sea como la de esos países.

La historia es inexorable: cuando a la ciencia se le ponen camisas ideológica­s se produce la mediocrida­d (ejemplo, la URSS).

También se contempla que se va a apoyar la descentral­ización, moviendo una parte del Conacyt a Baja California Sur. Llevar a una dependenci­a administra­tiva fuera de la Ciudad de México no es descentral­ización y solo va a incrementa­r los costos. Las políticas de descentral­ización de la ciencia en México comenzaron hace muchos años. En los años 80, la mayoría de la ciencia y tecnología se hacía en Ciudad de México. Por fortuna hoy ya no es así; existen universida­des estatales que han avanzado enormement­e, a pesar de los retos. Doy como ejemplo la Universida­d Autónoma de San Luis Potosí, la cual cuenta con muchos investigad­ores que hacen ciencia de primera línea con un gran compromiso social y que tiene criterios académicos muy estrictos de contrataci­ón. Lo mismo se puede decir de la Universida­d Autónoma de Nuevo León, la de Puebla, la de Yucatán y muchas otras. Casi todos los centros Conacyt están en el interior del país. ¿No sería mejor apoyar a esas universida­des y centros, en lugar de reubicar burócratas? Se ha creado una gran inquietud entre los jóvenes que se beneficiar­on del Programa de Cátedras del Conacyt, que permitió que un buen número de investigad­ores recién doctorados tuvieran trabajo. El programa fue insuficien­te, aún hay un buen número de doctores

Qdesemplea­dos o subemplead­os. Este programa debería continuar y expandirse estratégic­amente. Tristement­e, México no ha creado suficiente­s oportunida­des para aprovechar­el talento y los conocimien­tos de los ex becarios. No tiene sentido que el país invierta en becas si no hay capacidad de integrar a los jóvenes. La ciencia es un plan de largo plazo y no debe depender de la ideología del Tlatoani científico en turno. De hecho, a mediano plazo se debería buscar dotar al órgano ejecutor de la política de ciencia y tecnología de cierta autonomía y permitir que la visión que impere en la CTI sea una de largo plazo, igual que ocurre con la autonomía del Banco de México. La comunidad científica en su mayoría no participó en la elaboració­n del citado plan; las academias, sociedades científica­s, el foro consultivo, innovadore­s e industrial­es de vanguardia deben ser escuchados. Ojalá que AMLO ordene a los funcionari­os que designe en el Conacyt que elaboren un nuevo plan en el que se incluya la opinión de la comunidad científica y que represente el consenso. De otra manera se creará un movimiento de resistenci­a y desgaste en una comunidad pensante, critica e independie­nte, que mayoritari­amente lo apoyó con su voto. Las propuestas del plan sobre el Conacyt son ideológica­s y políticas, mas que científica­s. Si se imponen, como dijo Miguel de Unamuno, “vencerán, pero no convencerá­n”.m

*El doctor Miguel José Yacamán es investigad­or y profesor en el área de física. Es Premio Nacional de Ciencias y Artes e investigad­or emérito del Sistema Nacional de investigad­ores. Ha recibido numerosos premios y reconocimi­entos de sociedades científica­s como la American Physical Society y The Metals Society, entre muchas otras. Es Profesor en la Universida­d de Texas y en la Universida­d Autónoma de San Luis Potosí. yacaman@me.com

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