Milenio

Con el maestro Arvo Pärt

- AGUSTÍN GUTIERREZ CANET Twitter: @AGutierrez­Canet gutierrez.canet@milenio.com

Asistí el 13 de octubre a la inauguraci­ón del Centro Arvo Pärt en Laulasmaa, Estonia, invitado por el distinguid­o compositor de música religiosa.

Tal honor se debió por haber promovido, cuando fui embajador de México en Finlandia, concurrent­e en Estonia, la visita a México en octubre de 2012 del autor de Virgencita, obra coral compuesta a sugerencia del suscrito en homenaje a la virgen de Guadalupe.

Ahí, a media hora de Tallinn, fue donde se estableció el compositor estonio después del largo exilio en Berlín a causa de la censura a su obra de inspiració­n religiosa por parte del gobierno comunista estonio, que formaba parte de la Unión Soviética.

Al caminar por la vereda del estacionam­iento al edificio, en medio de los pinos, los invitados escuchamos a la distancia a dos trombonist­as ocultos y lejanos uno del otro, que suenan sus instrument­os en un diálogo improvisad­o. Fue una bienvenida mágica en un ambiente bucólico.

Antes de entrar, al ver en medio del bosque el edificio, diseñado por los arquitecto­s españoles Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano, se aprecian columnas exteriores erguidas que se confunden entre los troncos de los pinos y la forma ondulada del techo recuerda la forma de una hoja lanceolada, en armonía con la naturaleza.

En medio del bosque silencioso, ajeno al mundanal ruido, habita ahora Arvo Pärt, muy cerca de donde vivió su maestro Heino Eller, quien le enseñó la importanci­a de selecciona­r cuidadosam­ente cada nota al componer, de igual manera que un escritor escoge con atención cada palabra al escribir.

“Al componer, es más difícil encontrar una sola nota, la nota correcta, que poner en el papel todo un montón de ellas”, fue la lección fundamenta­l que aprendió el joven Arvo de su maestro.

En el acto inaugural, se recordó que Arvo Pärt ha dicho que compone a partir del texto. Estudia cada oración, analiza cada palabra y cada letra antes de componer la música. Para él cada letra porta una energía, cada letra es importante, forma parte de una idea, una sin la otra no tiene significad­o.

El maestro ha reflexiona­do que lo mismo ocurre con las personas. Los seres humanos somos como letras que formamos parte de una oración viva y continua. Aislados no podemos formar una oración ni mucho menos un pensamient­o, ha explicado en referencia al hombre en sociedad.

El profesor Toomas Siitan, de la Academia de Música y Teatro, escribió que Pärt une diferentes culturas, el Este con el Oeste, lo antiguo con lo nuevo, lo elitista con lo común. Su obra abarca diversos idiomas, el latín y el inglés, el estonio y el ruso, el alemán y el español.

El archivo conserva las composicio­nes originales en el papel pautado, apuntes, cartas, documentos, filmes y fotografía­s del artista. Entre ellos la visita a México de Arvo.

Me dio mucho gusto cuando la jefa del archivo, Anneli Kivisiv, me mostró el grueso expediente del viaje del compositor a nuestro país, realizado del 14 al 21 de octubre de 2012, que incluye los programas de los conciertos, la entrevista exclusiva que le concedió a Pablo Espinosa, de La Jornada, fotografía­s publicadas en la prensa de Christa Cowrie, decenas de crónicas y notas del Festival Cervantino con la directora Lidia Camacho, el concierto en Bellas Artes, así como las visitas a la Basílica de Guadalupe y a la Catedral. Incluso figura copia de la visa de visitante distinguid­o estampada en el pasaporte estonio de Pärt.

En el expediente hay también dos CD, uno del video del estreno mundial de Virgencita, el 18 de octubre de 2012 en el Teatro del Bicentenar­io, en León, Guanajuato, grabado por Canal Once, y otro que contiene imágenes del maestro en un ambiente familiar en Coyoacán y en Malinalco, lugares donde tuve el honor de ser su anfitrión, así como el recorrido que hizo por el Museo Nacional de Antropolog­ía.

Por supuesto, en el acto no podía faltar la música del maestro. Tõnu Kaljuste dirigió la Orquesta de Cámara de Tallinn y el Coro de Cámara Filarmónic­o de Estonia.

El programa abarcó obras como Trisagion, Fratres, Salve Regina y otras no muy conocidas. Soberbia participac­ión de la violinista estadunide­nse Anne Akiko Meyers como solista.

Estuve sentado una fila atrás del compositor, a la derecha. Observé su perfil en contraluz, como si fuera el retrato de un místico. En sus largas manos entrelazad­as brillaba un anillo de oro y éstas en ocasiones tocaban la barbilla mientras observaba a Tõnu dirigir de espaldas a los músicos y a los cantantes.

Al final del concierto, Arvo Pärt tocó al piano un alegre vals y dijo unas cuantas palabras de agradecimi­ento a los asistentes: “que las partidas se conviertan en el inicio de reuniones”.

Así lo deseamos. Al despedirme de él nos abrazamos y le expresé el deseo de reunirnos otra vez en México, mientras perdura en nuestro corazón su música eterna. Ojalá, me dijo. M

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El autor de Virgencita (izq.), obra coral compuesta a la virgen de Guadalupe.
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