Milenio

¿Qué ganamos con la consulta para el NAIM?… Nada, puras pérdidas

Cargarnos a los ciudadanos, a través de este ejercicio, una decisión que debe ser gubernamen­tal no es correcto. En las sociedades democrátic­as con alternanci­a en el poder siempre será el caso que los gobiernos entrantes se enfrenten con decisiones ya toma

- ARTICULIST­A INVITADO

De entrada aclaro que hace muchos años que he sostenido la opinión sobre el sitio de Texcoco como el idóneo para el nuevo aeropuerto. Las razones son múltiples, pero menciono dos incontrove­rtibles:

a) La operación combinada del AICM y del aeropuerto de Santa Lucía es posible; sin embargo, en términos de la intensidad de operacione­s, el número máximo de las mismas está por debajo del que se alcanzaría con el proyecto de Texcoco en su primera fase. Ni los nuevos “estudios” que ha presentado Jiménez Espriú recienteme­nte lo indican así.

b) Aún suponiendo que se lograra la viabilidad en términos del número de operacione­s, la vida útil del proyecto de Santa Lucía-AICM no excedería los 20 años. El horizonte de vida del proyecto de Texcoco es de 70-80 años.

Dicho lo anterior, me concentro en la consulta: ¿Qué ganamos?

La consulta es extemporán­ea pues en el proceso de planeación y ejecución de las obras públicas existen fases: a) Determinac­ión de posibles opciones; b) Valoración de las opciones con estudios y consultas públicas; c) Elección de la mejor alternativ­a; d) Elaboració­n de proyectos, incluido el proyecto ejecutivo para construcci­ón; e) Elaboració­n de bases para licitación pública y realizació­n de la misma; f) Selección del ganador y del supervisor de obra; g) Ejecución de la obra. Queda claro que las consultas ocurren en las primeras fases de este proceso, pues todos los que siguen son muy costosos. Por ello, una vez que se tomó una decisión y ya se han llevado a cabo todas las otras fases, sujetar la continuida­d de una obra pública a consulta no puede tener sino costos negativos.

1) Sin importar el resultado, la consulta ya polarizó a la opinión pública. Confirma el miedo al “autoritari­smo” y “populismo” de los detractore­s de AMLO y desgasta su capital entre sus seguidores al obligarlos a un voto por lealtad. Se come así, en pocas palabras, una porción considerab­le del bono de inicio de gobierno antes de empezar, efectivame­nte, a gobernar.

2) Si la respuesta a la consulta es sepultar el proyecto de Texcoco, habremos tirado a la basura entre 120 y 160 mil millones de pesos, que se sumarán a la deuda pública. A esto habrá que sumar el costo del proyecto de Santa Lucía que es desconocid­o, pues las estimacion­es presentada­s son alegres y no tienen base sólida. Con base en estimacion­es de obras similares fuera de México, no puede esperarse que sea menor que 160 mil millones de pesos. Se ignoran, además, los fuertes problemas de la Terminal 2 del AICM que harán crisis en breve. En suma vamos a deber mucho dinero.

3) Suprimir Texcoco también abrirá un debate legal, no solamente en la pelea por los contratos, sino también en la pelea legal sobre la cancelació­n de un proyecto que ha seguido todas las fases legales en su ejecución. ¿Quién sabe cuándo terminaría la cadena de juicios y si esta implicaría no poder iniciar con Santa Lucía? La oposición se debe estar frotando las manos de gusto.

4) La cancelació­n de Texcoco también hará difícil recurrir a esta solución en un futuro. El crecimient­o de la demanda de transporte aéreo está ahí, aunque no queramos verla. Aducir que solo vuela una “minoría” de 30 por ciento a 40 por ciento de la población o que se “aguanten” los turistas, es francament­e irresponsa­ble (no hay que olvidar que después de las remesas, el turismo es nuestro mayor proveedor de divisas). El “sistema aeroportua­rio” que nos ofrecerían a cambio estará muy lejos de las mejores prácticas en el mundo y será un dolor de cabeza para los usuarios.

5) Si la respuesta es a favor de Texcoco, la consulta ya habrá levantado oposición al proyecto que dificultar­á su futuro desarrollo; aumentarán los conflictos sociales locales y se entorpecer­án todas las obras complement­arias aledañas necesarias fuera del perímetro federal (hasta ahora inclusive Atenco había estado relativame­nte en paz).

6) Pase lo que pase, este ejerci- cio de consulta ya abrió el camino para que cualquier gobierno nuevo pueda tirar a la basura el dinero público invertido por el gobierno anterior: al cabo la culpable es la consulta. 7) Con la consulta el nuevo gobierno está evadiendo su responsabi­lidad de gobernar para todos los mexicanos, no solamente para los que votaron por él. Cuando un político gana una contienda, tiende a pensar que obtuvo el voto por su programa y por sus promesas de campaña. En este caso, muchos mexicanos votamos en contra de PRI y de PAN-PRD, más que a favor de Morena. La verdad, no nos importaban mucho las promesas de campaña. Termino diciendo que cargarnos a los ciudadanos, a través de una consulta, una decisión que debe ser gubernamen­tal no es correcto. En las sociedades democrátic­as con alternanci­a en el poder siempre será el caso que los gobiernos entrantes se enfrenten con decisiones ya tomadas, cuya reversión es sumamente costosa. No elegimos al nuevo gobierno para evadir esta responsabi­lidad, sino para enfrentarl­a y asumirla. m *Director del Instituto de Ingeniería de la UNAM

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