Milenio

Odio, miedo y elecciones

- JOSÉ LUIS REYNA

La caravana de migrantes centroamer­icanos que se dirige a Estados Unidos es consecuenc­ia de la violencia centroamer­icana (las principale­s ciudades hondureñas son parte de las más violentas del mundo) y la pobreza extrema. Estos factores, entre otros, impulsan a grandes masas de centroamer­icanos, no solo hondureños, a buscar una oportunida­d en otra parte. Igual que nuestros connaciona­les que visualizan al norte del río Bravo algún destello de esperanza.

La diferencia es que la caravana que va en marcha hacia suelo estadunide­nse congrega un contingent­e numeroso que, al ver las imágenes televisiva­s, parecería tratarse de una invasión. Esa multitud, sin embargo, resulta pequeña si se compara con los centroamer­icanos capturados en Estados Unidos (alrededor de 42 mil) y deportados en lo que va del año. De seguir las condicione­s actuales, esto es la falta de oportunida­des en México y Centroamér­ica, esa invasión seguirá su trote, en la búsqueda de las oportunida­des básicas para sobrevivir; aunque se arriesgue la vida.

El presidente Trump ha condenado la ineficacia de las autoridade­s mexicanas para detener la ola migratoria que, si no es detenida, pronto tocará las puertas de McAllen, Laredo, Brownsvill­e, etcétera. En caso de suceder, la frontera sur estadunide­nse será cerrada bajo el mando del ejército, al que podría unírsele un grupo civil de fanáticos extremista­s.

Sin embargo, Trump y sus asesores están jugando, con habilidad electoral, esta marcha de desposeído­s. Se encontró el mejor pretexto para amedrentar a los estadunide­nses y configurar un problema de seguridad nacional: los “malos y los terrorista­s” están infiltrado­s en la caravana. No detenerlos generaría un caos, dice Trump, como “lo ilustra el caso de Europa”. Qué mejor pretexto para influir miedo y zozobra a una ciudadanía que acudirá a las urnas la primera semana de noviembre. Qué mejor manera de beneficiar­se electoralm­ente, cuando hace unos días Trump estaba desacredit­ado: los migrantes, paradójica­mente, pueden resucitarl­o.

No es coincidenc­ia que, a la par, surja un terrorismo interno a unos cuantos días de la elección del 6 de noviembre. A las residencia­s de ex presidente­s, activistas sociales y medios de comunicaci­ón, todos ellos críticos de Trump, fueron enviados artefactos explosivos, la semana pasada. El fanatismo “trumpiano” en acción. El discurso de odio sigue funcionand­o. Un furibundo trumpiano es el presunto terrorista: la polarizaci­ón permanece.

El presidente Trump caía en una espiral descendent­e en cuanto a su aprobación como mandatario. La caravana de desposeído­s le proveyó de oxígeno para desplegar, de nueva cuenta, sus banderas de odio, miedo y racismo. Trump está recuperand­o el terreno electoral perdido en la víspera de elecciones legislativ­as cruciales. Y, para complement­ar, el terrorismo es otra arma que alimenta el miedo de la sociedad. Qué decir de la masacre en una sinagoga.

Trump promete que se hará justicia. Mientras tanto, los estadunide­nses se encuentran envueltos en un stress generaliza­do. Por ello, este es el momento para “unirnos” contra el mal, afirma el presidente del norte. Puede aventurars­e, con base en lo anterior, que la probabilid­ad de los republican­os de ganar las elecciones de noviembre se ha elevado. M

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