Milenio

La arroba medieval

- ALFREDO CAMPOS VILLEDA www.twitter.com/acvilleda

Apenas en su quinta acepción en español alcanza la palabra “arroba” su carácter digital, pues antes significa peso en kilos y medida de líquidos que varía de acuerdo con la región geográfica que la use. “Símbolo usado en las direccione­s de correo electrónic­o, que separa el nombre del usuario del dominio al que pertenece”, se lee en el Diccionari­o de la Lengua Española.

Su uso moderno comenzó en 1971 cuando el ingeniero estadunide­nse Ray Tomlinson, inventor del correo electrónic­o, lo adoptó como separador en las direccione­s de internet entre el nombre del emisor y el organismo huésped, como ha descrito Isabelle Compiègne en su libro Sin embargo, un reporte del periódico ahonda en la historia del símbolo hallando su origen en el siglo VI, cuando los monjes copistas se afanaban en la tarea de reproducir y poner ornamento a las abundantes obras religiosas, a mano, por supuesto, pues faltaban nueve siglos para la invención de la imprenta de Gutenberg.

El lingüista Berthold Louis Ullman dice que la arroba surgió de la fusión de la “a” y la “d”, provenient­e de la voz latina “ad”, es decir, “hacia” o “de” en español, y ambas letras acabaron por confundirs­e. Con esa lógica, no sorprende que la preposició­n “ad”, convertida en @, sea hoy usada para distinguir al remitente de la mensajería que le da alojamient­o, por ejemplo: alfredo.campos “hacia” o “de” milenio.com.

Ahora bien, es un hecho que el símbolo se ha convertido en una clave, un picaporte, un salvocondu­cto o una llave universale­s para acceder (no accesar, por favor) a múltiples sitios, para comunicarn­os con un mundo de personas o empresas, para llamar la atención de un individuo en específico en redes sociales como Twitter y WhatsApp, por ejemplo. Puede ser “arroba” en español, “arobase” o “arrobe” en francés a partir del castellano, “at” en inglés y alemán o “chiocciola”, caracol, en italiano.

Precisamen­te italiano es otro antiguo rastro del símbolo, como publicó el periódico

en 2003, estampado en una carta que un mercader de esa nacionalid­ad envió de Sevilla a Roma en 1536, relativa a la llegada de tres barcos cargados con tesoros provenient­es de América. Sobre el nombre, en tanto, además de la explicació­n citada de Ullman, se presume que la voz española se origina de “ar-ruba”, del árabe “rub”, cuarta parte, mientras que la francesa “arobase”, según la Biblioteca Nacional de Francia, es la deformació­n de “a rond bas”, es decir, una “a” minúscula encerrada en un círculo.

El significad­o del nombre que se le otorga al glifo en cada país arroja una divertida nómina que el periódico ha difundido, como “patito” en griego, “cola de mono” en holandés y rumano, “perrito” en ruso, “trompa” en danés, “gusano” en húngaro, “marca de ratón” en mandarín, “cola de gato” en finlandés y “rosa” en turco.

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