John Lydon Con la cabeza en el patíbulo
Venimos del caos, no puedes cambiarnos”, repite un rabioso John Lydon en “One Drop”, la canción que, en 2012, lo rescató de un autoexilio por más de 20 años junto a su banda Public Image Ltd (PiL). Tiene razón, este hombre viene de la basura: el hijo de inmigrantes irlandeses que se establecieron en Finsbury Park, en Londres, fue testigo de cómo su madre arrojaba al inodoro los restos de fetos tras una serie de abortos involuntarios, escenas que lo motivaron a escribir “Bodies”, en el de Sex Pistols, donde grita “No soy un animal, mamá. No soy un aborto”. A los siete años, enfermó de meningitis (contagiado por las ratas), estuvo seis meses en coma y perdió gran parte de su memoria por casi cuatro años. “Debería estar muerto pero, por algún motivo, Dios prefirió que me quedara aquí por un tiempo”, dice Lydon, de 62 años, un hombre que no solo ha visto el abismo sino que ahí compró un tiempo compartido.
El cantante de PiL ha vagado por todos los círculos del infierno, por la drogadicción y el alcoholismo, incluyendo sus luchas internas y su visión fatalista de su paso por este planeta. “Siempre he pensado que las mejores ideas provienen de mentes turbias. La ira, la desolación y la amargura me han mantenido activo e inquieto. No creo que exista mejor inspiración que la rabia”, dice el hombre que aprendió a vivir bajo ese estado emocional por prescripción médica, cuando sus padres le suministraban dosis de encabronamiento para que su cerebro se mantuviera activo.
Dicen que infancia es destino y Lydon se conserva como un orgulloso “La mejor forma de conocer el significado de este mundo es contemplarlo desde fuera”, piensa Lydon. “Pueden acusarme de provocador, anarquista, incendiario, incluso inventarme que soy el rey de lo que quieran. ¡Gracias, me encanta! Es publicidad gratis que pensé que no me costaba, pero me ha afectado mucho. Esos títulos conllevan demasiada responsabilidad, y es mi deber mantenerme fiel y real a lo que considero mi estándar de valores: nunca mentir, nunca copiar a nadie y no ser falso”.
La imagen de John Lydon de estos días nada tiene que ver con aquella del héroe escuálido del punk de los años setenta, pero en este hombre abotagado aún se nota la bizarría y legitimidad del paria que escribió letras como las de “Anarchy in the UK” y “God Save the Queen” (Sex Pistols) o “Religion” (PiL), en las que reparte puntapiés en las partes más nobles de la política, la moralidad y la religión católica. “No considero ser un incendiario o transgresor”, dice Lydon, “más bien soy un oportunista que ha sabido levantar la voz cuando nadie más lo hecho y señalar a los hijos de puta sin censura ni mesura. Lo que hago es expresar todas mis emociones como ser humano a través de la música y las letras. El ser descaradamente franco puede llevarte a un lugar donde parece que eres diferente al resto, y la honestidad puede ser incómoda. Hay que ser cuidadoso, porque afuera hay muchos enemigos a los que no les gusta la verdad”.
En Lydon, el honor, el poder, la riqueza y todas esas bondades adictivas que conlleva la fama han quedado atrás; su ambición, dice, ha ido mucho más allá. “Viví a muy temprana edad todas esas cosas [fama, dinero, mujeres]. Viví en una burbuja donde solo caen los tontos, los pobres diablos que buscan la inmortalidad en lo efímero y lo banal. El mundo significa mucho más para mí ahora, y ese es el valor de mi trabajo y de mi honestidad. Esas son las cosas que me importan. Me despierto muy feliz cada mañana sabiendo que no entregué dos mil mentiras la noche anterior. Puedo decir que soy una persona ambiciosa y eso me permite mejorar continuamente como músico o como compositor. Me proporciona automáticamente
El mundo significa mucho más para mí ahora, y ese es el valor de mi trabajo y de mi honestidad