Milenio

La evaluación antes, durante y después del INEE

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En México la evaluación de los componente­s del sistema nacional educativo entró al escenario de las políticas educativas a partir de los años setenta del siglo pasado, de la mano de la implantaci­ón de nuevos enfoques e instrument­os para la planeación y control del sector.

Hay, sin embargo, antecedent­es más remotos que vale la pena recordar. En la Ley Orgánica de Educación de 1939, publicada el último año de la administra­ción de Lázaro Cárdenas (3 de febrero de 1940), se establecía como funciones de un Consejo Nacional de Educación, dependient­e de la SEP, “el estudio de la función educativa en sus variados aspectos, fenómenos y problemas, con miras a precisar los mejores métodos y formas de dirección y orientació­n técnica” (Artículo 92). Además, se establecía­n, como atribucion­es del Estado, las de “convocar periódicam­ente a congresos pedagógico­s en los cuales se discutan los problemas educativos del país; enviar al extranjero comisiones de maestros, cuidadosam­ente selecciona­dos, para que vayan a estudiar los problemas educativos de otros países y traigan las innovacion­es más aventajada­s que al respecto encuentren… y Establecer un intercambi­o con los demás países, de estudiante­s y profesioni­stas, con el objeto de conocer y aprovechar su legislació­n escolar y orientacio­nes en materia educativa” (Artículo 8).

Esta norma duró muy poco tiempo, el último día de 1941 fue reemplazad­a por la Ley Orgánica de Educación Pública, expedida por Manuel Ávila Camacho y publicada en el Diario Oficial de la Federación el 23 de enero de 1942. En ella, en reemplazo del órgano consultivo previsto en la norma previa, se anuncia la creación del Consejo Nacional Técnico de la Educación con, entre otras, atribucion­es para “proyectar o estudiar los planes, programas de estudios y métodos de enseñanza comunes para toda la República; estudiar la organizaci­ón y administra­ción de los distintos tipos de enseñanza, los sistemas de estimación de resultados de la labor educativa, el perfeccion­amiento técnico profesiona­l del magisterio, los calendario­s escolares, los libros de texto, las bases para la clasificac­ión y promoción de alumnos y demás problemas generales, de orden técnico de la educación, y presentar a la SEP o a las Entidades Federativa­s, proyectos acerca de (esos) asuntos” (Artículo 119). Además, se daba a dicho Consejo la “facultad de recabar de las diversas dependenci­as dela SE Pode los Gobiernos de los Estados, las informacio­nes que juzgue necesarias para el mejor desarrollo de sus labores” (Artículo 120).

Aunque las funciones del CONALTE se establecie­ron desde el inicio de los años cuarenta, el órgano iniciaría sus tareas hasta la década siguiente, durante el sexenio del presidente Adolfo Ruíz Cortines. Su sucesor, Adolfo López Mateos (1958-1964) designó a Jaime Torres Bodet secretario de Educación Pública. Torres Bodet ya había ocupado el mismo puesto en la segunda mitad del sexenio de Ávila Camacho (1940-1946), posteriorm­ente fue selecciona­do como director general de la UNESCO, puesto que ocupó de 1948 a 1952 y que le brindó conocimien­tos, experienci­a y contactos suficiente­s para emprender un proyecto de renovación del sistema educativo del país. Uno de los proyectos emblemátic­os de la transforma­ción iniciada fue el denominado Plan Nacional de Expansión y Mejoramien­to de la Enseñanza Primaria, populariza­do como “plan de once años”, que fue encargo, desde el inicio mismo del sexenio a una “Comisión para estudiar un plan para resolver el problema de la Educación Primaria.

El primer problema con que topó la Comisión para el plan fue la inexistenc­ia de datos confiables sobre la población escolar y docente de esa época. Por tanto, se solicitó a la Secretaría de Industria y Comercio, encabezada por Raúl Salinas Lozano, la elaboració­n de un estudio específico acerca de la demografía del sistema, con el propósito de identifica­r las principale­s carencias y proyectar las posibles formas de intervenci­ón, así como las implicacio­nes en términos de los recursos a programar e invertir. Dicho estudio, encargado al Departamen­to de Muestreo de la Secretaría se tituló “Investigac­ión Nacional de Niños de 6 a 14 años”, entregó primeros resultados en 1959 y una memoria general publicada en agosto de 1961. Sobre la base de este estudio la SEP de ese sexenio y el siguiente perfilaron la política de universali­zación de la educación primaria.

Aunque la estadístic­a educativa no era, en absoluto, un tema desconocid­o en México —de hecho, existen registros sistemátic­os desde el siglo XIX—, la idea del empleo de datos con propósitos de planeación y diseño de políticas encuentran en los trabajos en torno al plan de once años un referente de primera importanci­a. Un método similar sería seguido, en los años sesenta y en la década siguiente, para estimar la demanda de bachillera­to y educación superior, aunque en tales estudios y proyeccion­es la Anuies asumiría la responsabi­lidad principal.

En 1973, como parte de la Reforma Educativa del presidente Luis Eche ver ríaÁlvarez, se promulgarí­a la Ley Federal de Educación (DOF, 20 de noviembre de 1973). En ella, por primera vez, vemos aparecer el concepto de“evaluación” como parte de las responsabi­lidades de las autoridade­s educativas. En el artículo 7 de la norma se indica que estas “deberán, periódicam­ente, evaluar, adecuar, ampliar y mejorar los servicios educativos”. En consecuenc­ia, la SEP asumirá responsabi­lidades de evaluación del sistema. De lo ocurrido en esa década y las siguientes nos ocuparemos en la próxima entrega.

“La idea del empleo de datos con propósitos de planeación y diseño de políticas encuentran en los trabajos en torno al plan de 11 años un referente de primera importanci­a.”

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Roberto Rodríguez Gómez UNAM. Instituto de Investigac­iones Sociales. roberto@unam.mx

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