El fondo y las formas
No hay Cultura sin libro, así en los hechos y en las políticas
Parece a priori una buena idea del gobierno electo fusionar las dos instituciones encargadas de celebrar juegos y sorteos para la asistencia pública – Lotería Nacional y Pronósticos–, como también reunir bajo un solo paraguas la banca de desarrollo para el comercio interior (Nafinsa) y exterior (Bancomext).
Menos afortunado se antoja el procedimiento para llevar a cabo esta reingeniería institucional, que se ha limitado a dar a ambos pares de dependencias un titular común —lo que hace que, a su toma de posesión, Eugenio Nájera y Ernesto Prieto detentarán cada uno dos cargos públicos— y que no ha transparentado todavía la transferencia de activos entre ellas ni los procedimientos de su rediseño.
Queda, sin embargo, el consuelo de que todas las instituciones antes nombradas dependan de la Secretaría de Hacienda, lo que lleva a pensar que el movimiento habrá de derivar de una única visión estratégica, sin mayores afectaciones al presupuesto o al diseño de políticas públicas.
Más preocupante resulta el anuncio somero y de facto de que el Fondo de Cultura Económica absorberá tanto la Dirección General de Pu- blicaciones como Educal, ya que el primero depende de la Secretaría de Educación y las otras dos de la de Cultura, lo que entraña problemas de ingeniería institucional que no parecen estar siendo abordados.
Y más graves aún resultan las implicaciones políticas: primero porque el FCE es una paraestatal dedicada a la edición y distribución de libros, cuya estructura parece poco adecuada para diseñar e instrumentar políticas de fomento a la lectura, misión toral de la DGP; pero, más importante, porque esta reestructuración supondría una severa limitación a las funciones de la Secretaría de Cultura, que perdería no solo una de sus tareas sustantivas sino un brazo indispensable para la articulación de una política integral de Cultura.
No hay Cultura sin libro. Así en los hechos y en las políticas. Así en las instituciones.