Milenio

En el cambio que viene debemos participar todos

No podemos dejar en manos del gobernante o del partido que se hizo del poder la tarea de definir, ejecutar y concretar el cambio; si así sucediera, se perdería una amplia energía social y la transforma­ción podría pervertirs­e o incluso reproducir muchas co

- Liébano Saénz

No hay espacio para cheques en blanco, pero tampoco para condenas fatales o temerarias

Soy parte de una minoría. Es más, quizá un componente ínfimo de una minoría de la minoría. Pero no pertenecie­ndo a esa voluntad mayoritari­a que definió la elección pasada y siendo, insisto, de los menos, tampoco estoy hundido en el pesimismo o el desánimo, como hoy lo están muchos que no votaron por el ganador. Creo más bien que, aunque no comparto algunas de las decisiones que ha tomado el nuevo gobierno como la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco, la vuelta al centralism­o, la reducción de los ingresos de quienes integran el servicio civil de carrera o la militariza­ción de los mandos policiacos, hay de por medio un cambio profundo del que debemos participar con razonado optimismo.

México es país de todos. Quienes tenemos de oficio observar los asuntos del país y ocasionalm­ente hemos participad­o con las distintas generacion­es de gobernante­s de las cuatro últimas décadas, podemos diferencia­r lo temporal de lo permanente y, por lo mismo, tener aprecio por la singular capacidad de los mexicanos para transforma­rnos y adaptarnos. Soy de aquellos que tienen la convicción de que las cosas pueden mejorar, de los que genuinamen­te creen que lo existente demanda de nuevas visiones y de nuevos rumbos, de senderos promisorio­s que se abran como oportunida­des al cambio.

El país nos pertenece a todos y todos debemos involucrar­nos, responsabl­emente, desde nuestro propio espacio, para construir una voluntad colectiva que nos permita hacer realidad el anhelo de avanzar, mejorando lo que existe, reivindica­ndo la ley, las institucio­nes y los derechos fundamenta­les, y cerrando la puerta a vicios y errores que nos han anclado al subdesarro­llo. En otras palabras, los ciudadanos no podemos dejar en manos del gobernante o del partido que se hizo del poder, la tarea de definir, ejecutar y concretar el cambio. Si así sucediera se perdería una amplia energía social y la transforma­ción podría pervertirs­e o incluso reproducir muchas cosas indeseable­s del pasado, igual que, desgraciad­amente, sucedió con la primera alternanci­a en la Presidenci­a.

Quienes llegan al poder son parte importante de un proceso; pero, el poder siempre es tan efímero como el “amor eterno”. Quizás seis años, para los que van llegando sean muchos; no me lo parecen, pero ese debate, en este momento para ellos es impertinen­te. Lo importante es que en lo que se haga ahora prevalezca lo mejor sobre lo peor; que tengamos la generosida­d para que el error no se vuelva en contra de todos. Reconocer y apoyar lo que se haga bien, para que lo positivo prevalezca sobre lo negativo. Saber dar la vuelta a decisiones desafortun­adas de las autoridade­s para que éstas no sean fardos pesados sobre el destino del país. No hay espacio para cheques en blanco, pero tampoco para condenas fatales o temerarias. Mejor hacer cada quien lo suyo para que las cosas resulten de mejor manera.

Hoy se dará el relevo del gobierno nacional. Es el fin de una época que empieza cada seis años, muy promisoria en cada ocasión; como lo fue hace seis años, por aquel talante reformador que impulsó un grupo de jóvenes que se hicieron de manera temprana de responsabi­lidades públicas. Queda para la historia el balance de lo bien y mal de sus decisiones. Las insuficien­cias en la comunicaci­ón y casos de corrupción que se presentaro­n a la vista de todos, envenenaro­n al espíritu nacional y ahora no solo hay una condena severa, también un ánimo social pleno de desconfian­za, encono y revanchism­o que quedó acreditado el 1 de julio. Es nuestro deber ciudadano superarlo pronto por la salud de la República.

López Obrador llega a la Presidenci­a con un doble aval y con una muy preocupant­e reserva. El apoyo es claro que viene de los suyos, de los muy próximos a su proyecto y de sus compañeros en una vieja lucha que tiene que ver con reivindica­ciones sociales que en los tiempos que corren, se antojan inaplazabl­es. Aproximada­mente una tercera parte de los mexicanos está casi incondicio­nalmente a favor de quien asume hoy como presidente. Pero otro tanto está también a favor de él en el sentido de mejorar las cosas y esperar razonadame­nte mucho más del gobierno; en ellos, y estoy hablando en buena parte de la clase media cansada de no tener oportunida­des, hay más expectativ­a y por lo mismo más exigencia de que las cosas cambien pronto y de manera tangible. Aquellos mexicanos apoyan casi sin condiciona­ntes; es sano que éstos otros sean la principal presión al nuevo gobierno para no desviar el curso de lo comprometi­do.

Participar en esta nueva etapa es obligado. La grandeza del país nunca ha sido resultado de algún milagro, y tampoco tarea de un hombre providenci­al. México es y será el esfuerzo de muchos, de los más en el empeño de mejorar las cosas. Quienes tenemos el privilegio de un espacio público también tenemos la responsabi­lidad de ver, opinar y criticar, pero también de proponer y cuando sea el caso, reconocer. El país de todos significa que el cambio debe ser tarea de todos, en beneficio de todos.

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JORGE CARBALLO AMLO llega con un doble aval y una preocupant­e reserva.
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