Milenio

Alfredo Campos Villeda

“El pueblo a Versalles, no a la Bastilla, liga más con lo ocurrido en Los Pinos”

- ALFREDO CAMPOS VILLEDA @acvilleda

Con no poca sorpresa se conoció un suceso la mañana del sábado 1 de diciembre, día del relevo de poder, día cargado de simbolismo­s: una caravana se apostó y recorrió a paso lento, guardando siempre el orden, Los Pinos, que ese día dejaba de ser residencia presidenci­al para convertirs­e en museo con entrada gratuita.

Esta afluencia inesperada para los primeros días, alcanzando cifras de decenas de miles, fue blanco de críticos por el anecdótico apoderamie­nto de flores de Nochebuena por algunos visitantes y quiso ser vista por algunos, como el historiado­r Lorenzo Meyer, similar a la toma de la Bastilla pero en versión pacífica, suceso que si bien simboliza el comienzo histórico de la Revolución francesa, no encaja con el caso en vigor porque en 1789 el pueblo tomó la prisión en busca de las armas que ahí escondía la autoridad.

Los Pinos simboliza, así, otra cosa. El poder presidenci­al, el lujo de la clase gobernante, la cumbre de los favorecido­s, el privilegio de la mayoría política, el reducto de secretos, la intimidad pasajera de sus inquilinos, la abundancia de una minoría, un despacho de alcances ilimitados, el frente oficial del que entraban y salían empresario­s y burócratas con jugosas ganancias bajo el brazo o con el expediente de su desgracia a cuestas.

Por eso acaso este “asalto" se emparenta más en cuanto a símbolos, si de evocar la gesta francesa se trata, a la llegada de multitudes de París y sus alrededore­s al Castillo de Versalles, en busca de pan como primer objetivo, con el debilitado rey Luis XVI en camino a Las Tullerías, de donde quiso muy tarde huir, solo para ser obligado a volver a la capital, donde fue ejecutado el 21 de enero de 1793. Versalles era sinónimo de poder, de absolutism­o, de desmesura, de lujo, de disipación, de grandeza y mezquindad a un tiempo, de privilegio­s y riqueza, de abuso e intoleranc­ia, resumen de dos siglos de la historia de Francia y, sin embargo, en palabras de Saint-Simon, “el más triste e ingrato de todos los sitios". El ingreso del pueblo a este castillo, y no a aquella cárcel a la que entró a armarse, guarda más correspond­encia simbólica con lo ocurrido en Los Pinos.

En 1789 el pueblo tomó la prisión en busca de las armas

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