Alonso y Patiño, exhibidos
Antes de hablar de la final del futbol mexicano que protagonizarán el jueves y el domingo próximos, el Cruz Azul y el América, hay que dedicarle un análisis al desastre que resultaron las semifinales para los Rayados del Monterrey y los Pumas de la UNAM.
Y a los principales responsables de estas derrotas, que no son otros que los entrenadores: Diego Alonso y David Patiño, respectivamente.
El primero por temeroso y conservador. Teniendo los jugadores que tiene, caracterizados por su talento a la ofensiva, el director técnico de origen uruguayo decidió salir a hacer tiempo, a encerrarse atrás, a esperar a que el adversario se desesperara, se desbocara al frente y entonces sí atacarlo al contragolpe.
Nadie al parecer le dijo o le recordó a Alonso que metiendo un gol obligaba a que el adversario tuviera que meter tres goles. O si lo sabía, tendrá entonces Alonso que explicar claramente por qué decidió salir a jugar como salió. Hasta que no recibió el gol que los eliminaba, el Monterrey se fue al frente y pese a que tuvo muchos minutos para hacer el gol de la igualada (con lo que los cementeros habrían tenido que meter dos goles), careció de imaginación y potencia.
En la otra serie, Patiño pecó de ingenuo e inocente. Salió a regalar el partido, con un planteamiento que dejó toda la iniciativa a un rival energético y desbordado. No quiero decir que con una estrategia más cuidadosa los Pumas habrían avanzado a la final, pues fueron nítidamente inferiores a sus rivales, pero sí que hubieran evitado la masacre que cobra forma con un espantoso 6-1 en contra.
Me parece tan grave la deficiencia que ambos entrenadores mostraron, que me parecería inconcebible que reciban nuevamente la confianza y se queden en el cargo.
Pero bueno, todo dependerá del nivel de exigencia que marquen las directivas de cada uno de estos equipos. Razones hay para ser drásticos. Lo que se perdió es demasiado.