Se impuso el miedo
Lo primero que hay que decir es que fue un primer partido de la Final, francamente, espantoso. Por culpa y responsabilidad de los dos equipos. Decidieron, ahí están los hechos, jugarse el título en un solo partido: el del próximo domingo por la noche.
Todos esperamos que lo jueguen la vuelta de forma distinta. Más atrevidos, más ofensivos. Pero creo que esa es una visión un poco ingenua. Ni Pedro Caixinha, ni Miguel Herrera están dispuestos a perder, por alguna tontería de esas que surgen cuando pones sobre la cancha algo que te lleve al descontrol.
Tampoco sus jefes quieren eso. Ni sus directivos, ni los propietarios de ambos clubes. Y por lo que se vio anoche, los jugadores están absolutamente disciplinados a este guión cargado de precauciones y tensión.
Es verdad que el Cruz Azul tuvo las dos oportunidades más claras para anotar. Al principio y al final del partido. Aquel cabezazo de Julio César Domínguez que sacó de forma espectacular Agustín Marchesín y, luego, el disparo de Édgar Méndez que se estrelló en el travesaño. Pero no fue un equipo dominador del juego. La iniciativa, la endeble idea de atacar, la tuvo el América. Pero insisto, con absoluto cuidado que casi difuminó su propuesta.
Algo más, seguro, hubo que la sola precaución. Se ve que los entrenadores se tienen muy bien estudiados. No es coincidencia gratuita que este partido terminara cero a cero, como el que jugaron hace algunas semanas en la Jornada 14 de la fase regular del torneo.
Esto es lo que me lleva a ser absolutamente realista y entender que el partido del domingo se va a jugar de la misma manera trabada. Y que un gol de cualquier lado vendrá proveniente de algún error generado, tras jugadas a balón parado…
Aunque creo que el América de Herrera es el que tiene las mejores capacidades para darle un sentido diferente al partido. Si no lo hace, le van a ganar, así de una forma totalmente calculadora, esta Final.