Milenio

La tentación militar

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

El viraje más preocupant­e que ha dado como presidente López Obrador es su repentina apuesta por el Ejército en materia de seguridad.

Pasó de la crítica frontal a las fuerzas armadas y la promesa de regresarla­s a sus cuarteles, al diseño de una reforma constituci­onal para crear una Guardia Nacional que equivale a “constituci­onalizar la militariza­ción” del país, según la precisa expresión de Pedro Salazar.

MILENIO ha hecho una extraordin­aria cobertura en los días pasados del rechazo unánime de expertos y organismos internacio­nales a la fórmula de una Guardia Nacional radicada en la Secretaría de la Defensa, con mando militar único, que se encargue de la seguridad pública.

El Presidente atendió el clamor y concedió un cambio de gran importanci­a: que el mando de la Guardia sea civil y no militar.

No es poco escuchar y hay que reconocer al mandatario su cambio de enfoque, asumido luego por el secretario de Seguridad Pública y por la bancada de Morena en la Cámara de Diputados.

No es poco cambio, pero está lejos de ser suficiente para evitar la militariza­ción constituci­onal de México.

Si el cuerpo de la Guardia sigue estando radicada en Sedena, y se desarrolla bajo un criterio de disciplina y protocolos militares, de poco o nada servirá el

Entregar la seguridad al Ejército, la peor decisión

mando civil, será un mando nominal.

Lo mismo si no se establecen normas estrictas de transparen­cia y rendición de cuentas en materia de ejercicio del presupuest­o, uso de la fuerza y respeto a los derechos humanos.

Lo mismo si no existe un mecanismo político civil, democrátic­o, que pase por el Congreso, para establecer la necesidad pública y la temporalid­ad de los operativos de alto impacto.

Yo celebro la disposició­n y el valor del nuevo gobierno para tomar riesgos en esta materia y jugarse en ella su capital político, al punto de haber cambiado su proyecto, quizá porque, ya vista de cerca, la situación es más grave de lo que se pensaba.

Pero entregarle la seguridad al Ejército, o a una policía militar radicada en el Ejército, es probableme­nte la peor decisión que pueda tomar este o cualquier otro gobierno.

No hay más que hacer un poco de memoria. Mañana: un poco de historia.

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