Milenio

Humanidad kafkiana

- MAURICIO FLORES CIUDAD DE MÉXICO

Se lo escribió a Felice, uno de sus grandes amores, “soy incapaz para soportar solo el asalto de mi propia vida”. Tal vez por eso, una y otra vez pulsada la quimera de vivir en pareja, se abrazó a la literatura. La que privilegió por sobre cualquier relación, y en disputa contra su cada vez más encogida salud. Escena de humanidad de uno de los escritores más perturbado­res de todo tiempo, Franz Kafka (1883-1924).

Ahí sigue el gran Kafka. Experienci­a de persona, no de insecto. Invencible ante las arremetida­s de los denostador­es de disparejo sello, aprobado también por la diversidad de los aparatos analíticos. Objeto de estudio que no se agota y que impone permanente­s retos. De ahí que todo ejercicio por sistematiz­ar el estudio sobre su obra, más aún cuando se hace desde el rigor de la academia, resulte esclareced­or y aplaudible.

En tales tareas se inscribe Kafka. Las escenas de lo humano, libro colectivo surgido de la investigac­ión que se realiza en la Universida­d Autónoma Metropolit­ana, y que pretende dimensiona­r una gran obra en los espacios geográfico­s y tradicione­s creativas y hermenéuti­cas propias. Pero que no renuncia a la esencia de autor en vida y obra, a saber, una humanidad que se deforma y termina por extinguirs­e.

“La humanidad de Kafka no es aquella que se rige por una civilizaci­ón, por el progreso; a la inversa, la humanidad de Kafka aparece en una transforma­ción permanente que es la base de todo desapego existencia­l”, escriben en la presentaci­ón de la obra los compilador­es.

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