El caldo y las albóndigas
Para no desentonar, la Cámara de Diputados venderá la flotilla de 92 coches y motocicletas; la verdad sea dicha hay mucha carcacha de 2005 y de 2006, como un carromato Stratus y otro Dodge Nitro del año del caldo
GIL GAMÉS gil.games@milenio.com
A los 100 mdp por la flotilla aérea, habrá que restarle 416 mdp por la anualidad del avión del mal
La mente de Gil da vueltas como los molinos de viento que vio ya saben quién. No es cosa fácil comprender la austeridad republicana. En una subasta que se realizará en la base militar de Santa Lucía se venderán aviones y helicópteros, la flotilla completa de la Presidencia de la República, como si le hubiera pertenecido a Peña Nieto; en la misma ocasión se pondrán a la venta camionetas blindadas y coches en los cuales se transportaban los altos funcionarios. El gobierno espera reunir 100 millones de pesos por la venta de estos aparatos del mal que simbolizan la corrupción.
Para no desentonar, la Cámara de Diputados venderá la flotilla de 92 coches y motocicletas. La verdad sea dicha (muletilla patrocinada por Morena) hay mucha carcacha de 2005 y de 2006, como un carromato Stratus y otro Dodge Nitro del año del caldo. Entre las motocicletas hay una Honda de 2007. Como sea, los diputados se cuadran a la voz de mando. Al paso que van, acabarán vendiendo computadoras viejas y escritorios del sexenio de Zedillo.
Juan Carlos Cumings, secretario de Servicios Administrativos y Financieros de la Cámara baja, dijo: “Nos vamos a quedar básicamente con camionetas para el uso de personal o de diputados, nos vamos a quedar con seis que son Vans, no hay Suburban, o sea de lujo no hay ninguna, son camionetas que son del tipo pesera con la que puedes desplazar a mucha gente”.
Seis peseras para trasladar a grupos más o menos numerosos de diputados.
Pas mal. La austeridad republicana: Izazaga, Fray Servando y Anexas, paradas continuas (no empiecen). Gil considera que los diputados deberían caminar, basta de lujos automotores, por el bien de todos primero los pobres, se busca la transparencia.
Suma y resta
Gilga sabe que las finanzas de un país son complejas, faltaba más, que la economía, que el presupuesto, que el producto interno bruto. De acuerdo, pero amo de su casa, Gamés leyó esto en su periódico El Financiero en una nota de David Saúl Vela: el gobierno de la 4T destinó 416 millones de pesos para el pago de la anualidad 2019 del avión presidencial TP-01, José María Morelos y Pavón, que se encuentra en desuso y embodegado en Estados Unidos en espera de un comprador. Oigan esto, lean esto: de acuerdo con el desglose del Presupuesto de Egresos de 2019, el costo del avión fue de 5 mil 213 millones de pesos, de los cuales a la fecha apenas se han pagado mil 622 millones.
Como todo mundo sabe, la parábola del caldo y las albóndigas es una creación de Keynes. Según el reporte de la Secretaría de Hacienda, dice la nota de Vela, el horizonte de arrendamiento de la nave del mal es de 15 años y prevén anualidades de hasta 451 millones de pesos por operación y mantenimiento.
Gil hace cuentas: a los 100 millones de pesos que el gobierno recaudará por concepto de la venta de la flotilla aérea, habrá que restarle 416 millones por concepto de la anualidad del avión del mal. ¿Así se hacen las cuentas en la hacienda de los gobiernos?¿O en las finanzas nacionales no se suma, no se resta? Si Gil piensa en la trama del aeropuerto de internacional derruido y en la ley de remuneraciones, y en los programas prioritarios, la conclusión sería esta: despilfarradores austeros.
Gobernadores buenos
El Presidente viajó a Veracruz para presentar el programa Sembrando Vida. Se encontró con el gobernador Cuitláhuac García en Córdoba. Le alzó la mano como a los campeones. ¿Y qué creen? Nadie abucheó al gobernador de Veracruz, se ve que se le quiere bien en el estado. Qué, ¿no estarán ustedes pensado que las huestes de Morena instigadas por el Presidente apoyan a los gobernadores de Morena y atropellan a los gobernadores de otros partidos? ¿O sí? Porque si piensan eso, tienen ustedes toda la razón.
Aquello era una fiesta, Cuitláhuac no se cambiaba por nadie en el mundo y el Presidente no se vio obligado a contener a las multitudes que suelen insultar a los gobernadores.
Todo es muy raro, caracho, como diría Fernando Soler en su papel de Cruz Treviño Martínez de la Garza en La oveja negra: Ay, Laureano, a veces creo que soy el diablo.