Tres reflexiones para alebrestar al anhelo
• Comprender que el deseo y la capacidad de sentir placer no se pierden con el paso del tiempo, sino que puede incrementarse y ofrecer una experiencia muchísimo mejor que la que se tuvo en la juventud. Estamos acostumbrados a poner en un altar los años en los que vivimos nuestras primeras experiencias eróticas, creyendo que esos tiempos no volverán. Esto limita las posibilidades de gozo pues, bajo la premisa de que “ya no se tiene edad para esas cosas”, algunas parejas dejan de tener intimidad. Sin embargo, la edad te da una mayor capacidad de escuchar, entrenar y usar el cuerpo si se aprende a ver a la práctica sexual como algo mutable, siempre diferente, que va mejorando. Algunas personas pierden
el miedo por el desempeño, cediendo paso a la simple alegría de compartir la anatomía con alguien más. Así que el disfrute cachondo debería ejercerse toda la vida, no solo cuando la piel es tersa. • La vergüenza no debería estar presente en
las relaciones de pareja o de placer. Es común escuchar justificaciones como “me da pena que me vea sin ropa”, “prefiero apagar la luz”, “no sé cómo tratarla”, “qué va a pensar de mí” que están basadas en la idea de que el cuerpo humano es algo que debe mantenerse oculto bajo la ropa o las sábanas, cuando se trata de nuestro hogar, de la manera más tangible de percibir nuestro ser integral. Compartirlo con alguien debería ser una fiesta, no un trago amargo. • Se puede hacer de todo, pero con protección. La experimentación se vale a cualquier edad. Entrarle con ganas al gozo, no ponerse límites, ser imaginativ@s, apasionad@s, innovadores, suele representar una ganancia más que un error. No obstante, hay que saber protegerse para que la vivencia sea irrepetible. Me refiero a tener siempre un condón a la mano, pero también a cuidar nuestro cuerpo y nuestro corazón. Buscar la honestidad, ser directos, hablar de la relación, comprender que el o la otr@ no nos pertenece y establecer nuestros límites es también una forma de cuidarse y cuidar a quienes nos acompañan en este camino del erotismo que puede ser sumamente divertido si nos liberamos de prejuicios.