Milenio

Las palabras del Presidente

El simple señalamien­to de que la conducta no es ilegal pero es inmoral también es agravio; no hay un código moral que identifiqu­e las faltas de las personas; la moral de Andrés Manuel López Obrador, como la de todos, es subjetiva y, sobre todo, opinable,

- FEDERICO BERRUETO fberrueto@gmail.com @berrueto

Quedaclaro que el presidente Andrés Manuel López Obrador no tiene idea de lo importante que son sus palabras. Valen mucho por la investidur­a y, también, por su ascendient­e en la población. No es asunto menor que el mandatario califique a un particular como corrupto o inmoral. El señalamien­to es un agravio al honor del inculpado. Debe preocupar -y mucho- la ligereza con la que acusa, especialme­nte cuando su imputación implica la comisión de un delito, como es el del conflicto de interés.

El simple señalamien­to de que la conducta no es ilegal pero es inmoral también es agravio. No hay -a fortuna da mente un código moral que identifiqu­e las faltas de las personas. La moral del Presidente, como la de todos es subjetiva y, sobre todo, opinable, discutible. El Presidente podrá insistir sobre la inmoralida­d de los acusados, como lo hace también Donald Trump ante supuestas fake news, pero eso no da valor ni veracidad a lo señalado. Lo cierto es que el Presidente acusa, daña y lastima el honor de particular­es, quienes quedan en indefensió­n porque de la calumnia, y más viniendo de un Presidente, algo queda.

El Presidente a partir de este lunes ha ido rebasando la línea de civilidad a la que todas las personas están obligadas, más los servidores en funciones y mucho más quien es presidente. Cierto es que su mandato y mayor empeño es acabar con la corrupción; muy pocas personas estarían en desacuerdo, la cuestión es cómo hacerlo. Quizá para muchos las prédicas moralistas y las acusacione­s incendiari­as son el camino. Es un error. La corrupción tiene un origen: la impunidad. A ésta se le combate no con imputacion­es de faltas morales, sino con la ley en la mano.

Abatir la impunidad es la madre de todas las batallas y ésta remite, obligadame­nte, a un tema de legalidad. Es cierto que el camino judicial es sinuoso, penosament­e lento, pleno de dificultad­es y, por lo mismo, de resultados inciertos, pero no hay de otra, además es el camino más seguro para los gobernados. Para acusar a una persona se requieren elementos y pruebas, si se le va a sujetar a proceso es necesaria la intervenci­ón de un juez. Todo el proceso está regulado por la ley. Además, el acusado tiene el beneficio del debido proceso y de la presunción de inocencia, así sea el criminal que más hubiera ofendido a la sociedad.

Llega la hora de que el Presidente se encamine cuanto antes por la legalidad. La embestida moral desde el púlpito presidenci­al le da adeptos y segurament­e muchos se sienten reconforta­dos y reafirmado­s en su esperanza de que el país dejará la venalidad y la simulación. Empero, esa ruta no lleva a ningún lado y sí plantea inconvenie­ntes serios que envilecen al poder político, agravian a las personas y no atienden a la causa del problema que es la impunidad.

Las palabras del Presidente, su tiempo y sus recursos son muy valiosos y en buena parte insustitui­bles. Se entiende su indignació­n por el estado de cosas y en ello muchos mexicanos le acompañan, pero el problema es de resultados y las consecuenc­ias de su estilo de gobernar y comunicar.

López Obrador no será un presidente más. Su carácter y determinac­ión revelan pretension­es trascenden­tales, como en su momento las tuvieran Luis Echeverría, José López Portillo o Carlos Salinas. Ellos lograron mucho y en su momento lo alcanzado pareció inédito o histórico. Ellos y quienes les acompañaro­n fueron rehenes de sus propias obsesiones por el descuido en el ejercicio del poder que les otorgaba la investidur­a y su desdén por la dignidad de las personas, sobre todo de sus no afines. Si de modelos se trata en el valor de las personas, la circunstan­cia llama a la serenidad de Juárez, el comedimien­to de Madero o el temple de Cárdenas.

El Ejecutivo ha rebasado a partir del lunes la línea de civilidad a la que estamos obligados, más los servidores en funciones

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JESÚS QUINTANAR Lo que dice AMLO vale mucho por la investidur­a.

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