Una puerta
He vuelto a los cajones y las maletas de papeles viejos. Perdón por la insistencia. No sé qué busco, pero algo busco, lo sé. Encuentro notas escritas por mí años atrás. El departamento de la calle Cadereyta esquina con Tamaulipas, en la colonia Condesa, nuestra guarida durante mucho años, se transformó en otra cosa, un restaurante de nombre árabe. Donde yo dormía hay mesas. Donde era el baño, mi baño, se guardan los blancos del restaurante.
Me siento en una mesa. De inmediato, como si abriera una puerta, veo caminar a mi padre por la sala del departamento en el cual ahora hay meseros ajetreados. Entre más busca el éxito mi padre, los reveses de la fortuna son mayores y más crueles; mientras más cerca se siente de una victoria, más lejos se encuentra de ella. Mis papás habían cumplido 60 años y yo estrenaba noches y cantinas a los 20.
En las fotografías que guardan estas maletas aparece mamá, una mujer de 60 sin más porvenir que hacer el quehacer, la cocina, la atención a sus hijos y la espera: algo espera, pero no sé qué. La veo desde la mesa que he tomado en el restorán: mi mamá va de la cocina al comedor.
Miren lo que encuentro en esta maleta. Cuando mi papá murió, dejó en un clóset, unidas por dos ligas gas-
Todo se evapora y da lugar a nuevos sueños
tadas, una colección de agendas. Su vida puesta en breves claves y entradas, desde 1957, año en yo nací, hasta 2000. Busqué en la agenda de 1977. Yo 20 años y él 60. No diré que me asombró, pero encontré esta declaración de la derrota. “El tiempo se fue. No hice nada”, y luego estos signos: “0 $”. Es decir que estaba en la quiebra de quiebras. No tenemos en que caernos muertos, decía mi papá, y tenía razón.
En esas agendas todo tenía una breve noticia: amigos, mujeres, sueños puestos bajo la forma del negocio extraordinario. Una entrada del año 1980, cuando mi papá cumplió 63, decía así: “todo terminó”. No sé a qué se refería. Hay cosas que nunca se sabrán.
Ya dije que escribo estas notas en la mesa que se encuentra exactamente donde yo dormía. Decido poner por escrito estos vagos recuerdos. Apenas caben en mi memoria la casa, los espejos, la sopa de fideo. Todo se evapora y da lugar a nuevos sueños.