Milenio

AMLO y la sombra bajo clero

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Con el título “Tras los pasos de López”, Rodrigo Negrete, un economista que piensa por fuera de la economía, ha publicado una audaz hipótesis sobre el linaje histórico del discurso de López Obrador (https://bit.ly/2JrjFay).

Negrete toca una fibra cercana a mi creencia de que los hechos políticos, pese a la rapidez con que se suceden

ante nuestros ojos, portan en su fugacidad una sombra de larga duración, una matriz de ideas y costumbres que cambian lentamente y vuelven cada vez, bajo nuevos ropajes, a librar las batallas de la hora, del presente.

Es una vieja idea que está en Tocquevill­e y en Braudel, y que yo he tratado de leer o extender a nuestra historia política en Nocturno de la democracia mexicana (Debate, Random, 2018).

Mi idea es que López Obrador actúa a su manera el papel del hombre providenci­al que nuestra historia entregó a caudillos decimonóni­cos, como Santa Anna, y a presidente­s todopodero­sos, como Porfirio Díaz, y como los presidente­s del PRI.

Negrete ha observado en el discurso de López Obrador la pervivenci­a de una antigua dicotomía de la oratoria y de las maneras políticas de México: las que opusieron en nuestra historia los estilos del alto y el bajo clero.

Muy temprano y muy profundame­nte

En su discurso pervive una dicotomía: los estilos de alto y bajo clero

se instalaron en la vida religiosa y política de la Nueva España los dos estilos: el del alto clero de las jerarquías y los palacios, y el del bajo clero de las comunidade­s y los atrios parroquial­es.

“El alto clero es distante y privilegia la disciplina”, dice Negrete. “Está hecho para dialogar con las élites y administra­r una pesada estructura institucio­nal. Quién eres y de dónde vienes abre o cierra puertas. Habilidade­s como la diplomacia, la capacidad de negociació­n y la persuasión en corto se aprecian particular­mente. La plaza pública le importa solo para el despliegue ritual”.

Por el contrario, el bajo clero “está en contacto con el pueblo menesteros­o, lo conoce, sabe hablarle y es un pez en el agua en la plaza pública. En sus do minios se incuban dos pasiones poderosas y complement­arias; la compasión y el resentimie­nto.”.

Vivimos, dice Negrete, en la “era zodiacal” del discurso del bajo clero.

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