Vicente y Mauricio
Que Vicente Fernández no quiera el trasplante de hígado de un homosexual, que Mauricio Clark haya convertido su vida privada en comercio y trabaje terapias de conversión a la heterosexualidad después de ser abiertamente gay, que Canal 11 haga un capítulo de Arturo de Córdoba y Ramón Gay —una historia secreta, de pareja, a finales de los años 60— con opiniones del historiador Alejandro Rosas y el director de teatro Raúl Quintanilla, que, que, que…
En el cine, en la televisión, en las series de Netflix, hoy, lo políticamente correcto es dar a conocer relación de parejas que pertenecen a ese conglomerado de letras (LGBTTTI), que en realidad reúnen conceptos sobre la
diversidad sexual, cuando apenas hace algunos años se denominaba gay, lésbico... homosexuales que en sus preferencias para el amor se distinguían en formar grupos excluidos de aquello que se consideraba “normal”.
Lo de Fernández y Clark, frente a la historia de Emilio Osorio y Joaquín Bondoni —que se hicieron famosos por la telenovela donde interpretaban una historia de amor—, hoy es homofobia. Lo de Fernández y Clark, frente a la historia de Timothée Chalamet y Armié Hammer, que interpretan para el cine Call me by your name y le dan la vuelta al mundo con su historia de amor y pasión, es confrontar un país que se resiste a crecer intelectualmente.
Quizá por folclore, el machismo no debiera desaparecer como sello nacional, pero sin misoginia u homofobia de Vicente Fernández. Mauricio Clark tiene derecho a cambiar de sexo o gusto, pero sin atavismos porque fue gay. Tiene derecho al trabajo por su actual desempleo, pero no a costa de satanizar lo que hoy reniega. Ejemplos como los de Vicente Fernández y Mauricio Clark sirven para mostrar lo adelantada que vive la sociedad civil mexicana. No hacen el daño de aquellos años donde Arturo de Córdoba tuvo que vivir a escondidas su pasión amorosa con Ramón Gay. Tampoco daña la reputación de Carlos Monsiváis, que vivió en el clóset su
El tema gay, la inclusión de la diversidad sexual, es parte del mensaje en los lugares públicos
existencia sin declararse abiertamente gay, en parte porque su familia pertenece a una religión que lo censura.
Hoy México ha crecido civilmente, con o sin cuarta transformación. El tema gay, la inclusión de la diversidad sexual es parte del mensaje en los lugares públicos: no a la discriminación, no a la exclusión, no a la marginación por cuestiones de raza o sexo. La defensa de los derechos humanos sin disparidad, es algo que deben preservar aquellos que dicen gobernar para todas y todos. Que quienes hacen las leyes no discriminen por su religión y respeten los estamentos jurídicos de Juárez.
Oír y ver a Vicente Fernández o a Mauricio Clark decir lo que dicen, son residuos de un México lejos de la realidad actual. Se nota que no observan la calle, que no leen las lecciones en las redes sociales, que no se enteran del comportamiento del mundo occidental en materia de derechos humanos; que hoy ellos pertenecen a un conservadurismo propio de nuestros abuelos y lejos de esas lecciones que los medios de comunicación, por fin, han comprendido: nadie es libre hasta que todos seamos libres.
Y bueno, al menos Vicente Fernández canta, pero Mauricio Clark parece que no aprendió ningún oficio (debe ser muy triste).