El perdón y el olvido
Solemos considerar el perdón y el olvido como parientes cercanos. Decimos, por ejemplo, que el Holocausto Judío no merece ni perdón, ni olvido y decimos bien: no lo merece. Pero el perdón y el olvido son en cierto sentido términos opuestos: olvidamos aquello que no hace falta perdonar, aquello que no ha afectado nuestra fortaleza, de modo que cuando llega la petición de perdón del supuesto agresor, ni siquiera sabemos a qué se refiere. Contrariamente, a veces queremos perdonar algo que no podemos olvidar; algo que se ha quedado grabado en nosotros y que, ante la imposibilidad de olvidarlo, elegimos perdonar.
Elperdónesvoluntario;elolvidonoloes.Noolvidamos porque nos lo propongamos; es el cuerpo mismo el que, sin preguntarnos, o bien olvida o bien no puede olvidar.Sisequiereunlenguajemásfreudiano,olvidamos de manera inconsciente. Por eso el perdón más generoso, es el que viene de aquel que, apesardenopoderolvidaruna ofensa, la perdona.
Todo lo anterior es importante a un nivel de psicología personal. Pero en el ámbito social debemos ser un poco más radicales. Regresemos al tema del Holocausto Judío: una sobreviviente del mismo, con la cual los nazis llevaron a cabo experimentos, expresó su perdón. Sin embargo, si todos los judíos sobrevivientes decidieran perdonar, el Holocausto jamás se debe olvidar. La memoria colectiva es una responsabilidad social, porque lahistoriaestáahíparaenseñarnosloquesomoscapacesdehacer:sernaziesunaposibilidadhumana,como bien lo entendió Marguerite Duras.
Recientemente cerca de trescientos jóvenes neonazis, equipados con banderas, uniformes y antorchas, desfilaron en Plauen, Alemania. La gran diferencia con respecto a los nazis del siglo pasado, es que esta vez todos los periódicos y sus propios vecinos los señalaron con radical rechazo. Bueno es que exista el perdón: quita un peso de los hombros del lastimado; pero que no exista el olvido. La memoria a veces atormenta, pero también puede ser un ángel guardián, quizá un tanto diferente al de Klee y Benjamin: si bien triste, un ángel serio, que nos exija no olvidar los holocaustos de la historia, para no repetirlos jamás.
Son términos opuestos: olvidamos aquello que no hace falta perdonar