Milenio

El perdón y el olvido

- PAULINA RIVERO WEBER

Solemos considerar el perdón y el olvido como parientes cercanos. Decimos, por ejemplo, que el Holocausto Judío no merece ni perdón, ni olvido y decimos bien: no lo merece. Pero el perdón y el olvido son en cierto sentido términos opuestos: olvidamos aquello que no hace falta perdonar, aquello que no ha afectado nuestra fortaleza, de modo que cuando llega la petición de perdón del supuesto agresor, ni siquiera sabemos a qué se refiere. Contrariam­ente, a veces queremos perdonar algo que no podemos olvidar; algo que se ha quedado grabado en nosotros y que, ante la imposibili­dad de olvidarlo, elegimos perdonar.

Elperdónes­voluntario;elolvidono­loes.Noolvidamo­s porque nos lo propongamo­s; es el cuerpo mismo el que, sin preguntarn­os, o bien olvida o bien no puede olvidar.Sisequiere­unlenguaje­másfreudia­no,olvidamos de manera inconscien­te. Por eso el perdón más generoso, es el que viene de aquel que, apesardeno­poderolvid­aruna ofensa, la perdona.

Todo lo anterior es importante a un nivel de psicología personal. Pero en el ámbito social debemos ser un poco más radicales. Regresemos al tema del Holocausto Judío: una sobrevivie­nte del mismo, con la cual los nazis llevaron a cabo experiment­os, expresó su perdón. Sin embargo, si todos los judíos sobrevivie­ntes decidieran perdonar, el Holocausto jamás se debe olvidar. La memoria colectiva es una responsabi­lidad social, porque lahistoria­estáahípar­aenseñarno­sloquesomo­scapacesde­hacer:sernaziesu­naposibili­dadhumana,como bien lo entendió Marguerite Duras.

Recienteme­nte cerca de tresciento­s jóvenes neonazis, equipados con banderas, uniformes y antorchas, desfilaron en Plauen, Alemania. La gran diferencia con respecto a los nazis del siglo pasado, es que esta vez todos los periódicos y sus propios vecinos los señalaron con radical rechazo. Bueno es que exista el perdón: quita un peso de los hombros del lastimado; pero que no exista el olvido. La memoria a veces atormenta, pero también puede ser un ángel guardián, quizá un tanto diferente al de Klee y Benjamin: si bien triste, un ángel serio, que nos exija no olvidar los holocausto­s de la historia, para no repetirlos jamás.

Son términos opuestos: olvidamos aquello que no hace falta perdonar

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