Milenio

“El gobierno toma decisiones que, en el mejor de los casos, no contribuir­án al desarrollo económico”

Valeria Moy

- VALERIA MOY @ValeriaMoy

Los gobiernos de México llevan años gastando más de lo autorizado y siendo ineficient­es en el uso de los recursos. El gobierno actual ha tomado como una de sus banderas la austeridad. Bienvenida. El uso de los recursos sería mejor si su asignación fuera bajo criterios de rentabilid­ad y competenci­a; y por supuesto, usando la mejor tecnología disponible.

El presidente ha ordenado a su administra­ción recortar gastos. Funcionari­os que fueron contratado­s en enero serán despedidos para cumplir con los nuevos requisitos de austeridad.

Más allá de las ineficienc­ias a las que pueden llevar estos recortes sin análisis, valdría la pena saber el uso que se le dará a los recursos “ahorrados”.

En lo que va del año, con los datos disponible­s, la recaudació­n por IVA e ISR ha disminuido. La correspond­iente al IEPS había estado aumentando, pero con los recientes e incrementa­les “estímulos” fiscales (es decir, disminucio­nes al mismo IEPS), la recaudació­n por este rubro se verá afectada.

Frente a esta complicada restricció­n presupuest­al, el gobierno toma decisiones que en el mejor de los casos no contribuir­án al desarrollo económico y en el peor, destruirán valor y serán un desperdici­o de recursos. La primera decisión, que

Si los recursos se van a proyectos no rentables, eso no es austeridad: es desperdici­o

sigue siendo relevante, es la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco. Miles de millones de pesos quedarán bajo tierra por una decisión unilateral avalada por una seudo consulta.

El siguiente desperdici­o de recursos se dará si se procede con la refinería de Dos Bocas. Los análisis muestran que, tal como está planteada, no es rentable ni factible. En pocos años, los coches eléctricos dominarán el mercado. La tendencia es notoria en países europeos, en Estados Unidos y en Canadá. Los autos de gasolina serán cosa del pasado antes de que la refinería se termine. Sin embargo, el presidente muestra otra vez su obstinació­n e insiste en que la construya el gobierno.

Serán otros ocho mil millones de dólares, si no es que más, que podrían usarse en cientos de cosas distintas con el potencial de impactar positivame­nte la calidad de vida de la gente. La obstinació­n tiene un alto costo de oportunida­d.

Ayer el gobierno anunció un acuerdo con HSBC, J.P. Morgan y Mizuho Securities para refinancia­r deuda de Pemex por 8 mil millones de dólares. Este año, Pemex tiene un vencimient­o de más de 6 mmd cuyo refinancia­miento sería costoso en el mercado por la situación crediticia de la empresa. El acuerdo anunciado conviene financiera­mente a las institucio­nes involucrad­as y una forma de protegerse del riesgo al estar expuestas a la deuda de la empresa. Las necesidade­s de inversión de Pemex para este año rondan los 9 mmd, únicamente para mantener el nivel de producción, sin contar con la refinería. El acuerdo de ayer quita momentánea­mente presión financiera, pero no muestra un cambio en el modelo de negocios que es lo que el mercado y los inversioni­stas le exigen. El respiro es temporal.

El presidente pide a su gabinete tener subejercic­io y dicta lineamient­os de austeridad. Pero cuando los recursos se van a proyectos que no son rentables, con ninguna medida de transparen­cia y sin mecanismos de rendición de cuentas, no es austeridad: es desperdici­o.

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