Gil Gamés y yo
Las opiniones de uno, lo digo y lo repito, no tienen que resultar obligadamente de oscuros intereses o de indecentes adhesiones. Las más de las veces, uno prefiere a tal o cual personaje público por mera afición, como cuando te gusta más la música de Scarlatti, digamos, que la de Vivaldi.
Naturalmente, tienes tus ideas propias acerca de las cosas y hay ideologías que no te van: a mí el fascismo,
por ejemplo, como que no me gusta nada. Y tampoco el comunismo en ninguna de sus versiones. En cuanto al nacionalismo, me parece declaradamente terrorífico y el islamismo no sólo me saca urticaria sino que medio que me quita el sueño. El mentado “socialismo del s. XXI” —que vaya usted a saber de qué va el tema porque se aparece Simón Bolívar a cada rato en el discurso de sus promotores— me espanta igualmente en tanto que ha llevado a un pueblo entero a la pobreza y sospecho, inclusive, que ése, el de sumir a toda la población en la miseria, era en realidad el proyecto original, deliberado y premeditado de Chávez y su gente aunque Maduro lo haya perfeccionado más allá de toda posible expectativa.
El imperialismo tampoco me embelesa aunque no me queda muy claro, en estos mismos momentos, quiénes son los imperialistas de turno: los yanquis siguen bajo sospecha, sobre todo que invaden países y que tienen
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Populismo de izquierdas y derechas, auténtica plaga
el Ejército más poderoso del planeta, pero los rusos en Crimea pudieren ser también unos feos invasores y los chinos, al parecer, reclaman unos islotes, en el Mar de la China Meridional, que van a terminar siendo suyos porque sí, porqué sí y porque sí. Nadie se ocupa del imperialismo cubano, qué caray, pero el régimen de los Castro ha enviado a Venezuela a miles de agentes encubiertos que operan en áreas de seguridad e inteligencia, por no hablar de que se han insertado en las Fuerzas Armadas de ese país. La receta —una réplica directa de la que aplican en su propia isla para asegurar el total control de la población— ha sido colosalmente efectiva.
El populismo, de izquierdas y de derechas, me mortifica de la misma manera y me parece una auténtica plaga mundial. En fin, lo que quiero decir es que, como Gil Gamés, opino por gusto y, justamente, porque muchas cosas no me gustan. Pues eso.