Milenio

El juicio de Keith Raniere II

- ROBERTA GARZA

La fiscal Tanya Hajjar comenzó narrando el periplo de una familia mexicana con Raniere: el de Mariana Fernández, con quien tiene un hijo y quien hoy funge como su esposa “oficial”; el de su hermana Daniela, a quien, por negarse a plegarse al culto, mantuvo encerrada casi dos años en su habitación; el de Camila, la hermana menor y el prototipo de lo que luego sería el grupo de esclavas sexuales llamado DOS — dominante sobre sumisa—, habiéndola preparado por meses para tener sexo con él en su cumpleaños número 15, cuando él arañaba los 50, y el de Alberto, el único varón,

quien servía de carcelero de sus hermanas y de correveidi­le de Raniere.

La primera testigo, Sylvie Lloyd, despistada inglesa y aspirante a atleta olímpica, narró cómo fue llevada a Nueva York por la también amazona y heredera de Seagram Clare Bronfman, subiendo de rango desde los meros cursos de superación profesiona­l hasta DOS, donde tenía que servir y reportarse diario con su “ama”, la mexicana Mónica Durán, quien la invitó al grupo. Su primera misión fue “seducir a Raniere”, enviándole fotos de su vagina a razón de una diaria, por meses, que pararon cuando el padre de Sylvie activó inadvertid­amente la cuenta familiar de iCloud y recibió un alud de imágenes de la entrepiern­a de su hija en su correo. Finalmente Raniere llamó a Lloyd al número 8 de Hale Drive, en Albany, decorada con una cama elevada sobre un Jacuzzi, me imagino que con finísimo gusto. Le ordenó desvestirs­e, le vendó los ojos y la tendió sobre la cama. Alguien entró a practicarl­e sexo oral. Ella narró su asco y su vergüenza y, aunque nunca supo quién fue, por interrogat­orios previos de la fiscalía hoy sabemos que la tercer persona allí fue Camila Fernández.

Lloyd narró interminab­les sesiones de humillació­n, donde Raniere obligaba a sus mujeres a vestir con disfraces

@robertayqu­e

La mexicana Rosa Laura Junco manejó uno de los programas de Raniere

de princesas de Disney si las tachaba de frívolas, o les hacía llevar colgadas de los senos ubres de vaca si considerab­a que enseñaban demasiado escote; ella permaneció allí porque, pensaba, “si llego a ser la mejor esclava todo va a salir bien”, y porque temía que revelaran el material compromete­dor que todo miembro debía entregar al entrar a DOS como prueba de fidelidad.

El segundo testigo, el documental­ista y ex miembro del consejo de NXIVM, Marc Vicente, reveló, entre otras cosas, que una de sus asignatura­s fue hacer un corto sobre el caso LeBaron, la familia de Galeana a la cual el cártel de Juárez le secuestró a Eric, el hijo por el cual pidieron un millón de dólares, matando luego a Benjamín, el padre activista. Raniere se sintió de inmediato atraído por el grupo; recordemos que los mormones de Chihuahua no están en Utah por negarse a abandonar sus costumbres polígamas. Rápidament­e montó un programa para niñas preadolesc­entes de esa comunidad que pronto extendió a todo México, y que abortó cuando la primera docena de muchachita­s llegó, a inicios del 2017, desde Monterrey a Albany, Nueva York, para regresar despavorid­as luego de un par de sesiones “especiales” con Raniere. Ese efímero programa, por cierto, fue manejado mientras duró por la mexicana Rosa Laura Junco.

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