Milenio

Adiós, Doris... “Que será, será”

- SUSANA MOSCATEL

@susanamosc­atel

Angélica María ha expresado que no le divierte aparecer en la versión de Vaselina de Julissa, mencionada por el personaje de Rizzo cuando ella se esta burlando de Sandy por ser la “chica buena”. Pero en realidad lo que estaba pasando ahí, más allá de la relación de las ídolos de los años cincuenta y sesenta, es que la estaba comparando con Doris Day, y eso en realidad es todo un tema.

Igual que César Costa con Paul Anka (con todo y suéteres) esa época del rock en español estuvo basada en varios adolescent­es que eran la versión pop, ligera y muy linda de todo lo que estaba ocurriendo respecto al mundo en esa época de tanta revolución. Y nadie era más representa­tiva de ello que Doris Day, la auténtica “chica que vive en la casa de a lado”, o como ha sido descrita por muchos “una belleza extraordin­aria, pero accesible”. Ese tipo de fama que goza (equivocada­mente, porque de inocente y víctima no tiene nada) Jennifer Aniston al ser comparada con Angelina. Y de ahí una de las ironías que todas estas mujeres que hemos mencionado tienen que manejar: la imagen pública no es siempre la misma que la privada.

Pero Doris, quien trabajó con Hitchcock, Frank Sinatra, Rock Hudson, Cary Grant y James Garner, James Stewart, era mucho más que el personaje de la chica dulce que triunfaba en el amor y contra la adversidad por su disposició­n positiva y sonriente. De hecho pasó gran parte de su vida adulta luchando contra el abuso animal, llegando hasta a poner un hotel donde la gente puede ir con sus animalitos y donde todas las ganancias eran para la lucha a favor de ellos.

Doris Day fue un producto de sus tiempos, siendo que era una de las cantantes más talentosas del medio y una actriz más que versátil, en realidad se le conocía más por los roles que le ganaron el apodo de La Reina Virgen. Claro, con la sensibilid­ad post guerra en Estados Unidos, tal mote era lo más aspiracion­al a lo que una actriz podría apuntar. Asunto que se nos contagió por años y años en nuestra propia industria, donde se tomaba el modelo de Day para las heroínas de las telenovela­s, por ser una mujer inofensiva, recatada y sobre todo, nada amenazador­a para el patriarcad­o. Claramente, la mujer era mucho más que eso.

Tener una vida así, fascinante, con sus terribles momentos, pero marcando paradigmas, no estuvo nada mal. Doris Day tenía 97 años y estaba en perfecta salud hasta que fue atacada por una neumonía que rápidament­e se la llevó. Los que aman el cine de Hitchcock, por ejemplo, jamás la olvidaremo­s en El hombre que sabía demasiado, y tampoco esa canción, ganadora del Oscar, llamada “Que será, será”.

Mucho antes del “Hakuna Matata”, Doris Day daba ese mismo mensaje. Las cosas vendrán, y no hay que preocupars­e. Vale la pena que las nuevas generacion­es se fijen en este legado y lo que implica para ellos, porque ya no hay muchas figuras que tengan la capacidad de influir tanto, hasta a las personas que nunca coincidier­on con su vida y obra.

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