Milenio

“El golpe para los centros de investigac­ión por la austeridad es duro”

- SERGIO LÓPEZ AYLLÓN*

La reforma educativa modificó los artículos 3 y 73 constituci­onales y estableció un nuevo marco para la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI). El asunto pasó mayormente desapercib­ido, pero amerita reflexión.

El nuevo artículo 3º constituci­onal reconoce el derecho humano a gozar de los beneficios del desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológic­a.

¡Enhorabuen­a! Además, se incluyeron dos obligacion­es adicionale­s para el Estado: proporcion­ar recursos y estímulos para la investigac­ión e innovación científica, humanístic­a y tecnológic­a, así como garantizar el acceso

abierto a la informació­n que deriva de la ciencia. México se suma así a una creciente tendencia global que considera a la ciencia como un bien público y rompe el paradigma de publicacio­nes científica­s de alto costo.

La reforma también facultó al Congreso para expedir en 2020 una nueva ley general en la materia. Su negociació­n confrontar­á diversas visiones sobre el quehacer científico y su arquitectu­ra institucio­nal. Ojalá podamos construir un sistema nacional de CTI descentral­izado y con amplios espacios de participac­ión.

Todo lo anterior puede parecer palabrería vana. No es así. Supone el reconocimi­ento constituci­onal del papel central que tiene la CTI para el futuro del país. México necesita de la ciencia para hacer frente a los desafíos del siglo XXI, y aprovechar los nuevos conocimien­tos y tecnología­s que transforma­rán la estructura de la sociedades en las próximas décadas.

Solo como ejemplo, consideram­os el impacto que tendrán en la vida de millones de personas la inteligenc­ia artificial y los nuevos materiales, así como los avances en la genética, la biología, la medicina o la robótica.

O avanzamos en la construcci­ón de una sociedad del conocimien­to, o la historia nos dejará atrás y solo veremos cómo se ensanchan las brechas de desigualda­d.

Se trata de alcanzar una austeridad eficiente sin ahogar el quehacer en esta materia

Por ello, sorprende la escueta referencia —cinco líneas— que el Plan Nacional de Desarrollo dedica a la ciencia. Se olvida que es el gran habilitado­r para lograr los objetivos que plantea el propio PND. Sin ciencia difícilmen­te lograremos un crecimient­o sustentabl­e e inclusivo.

El asunto se vuelve más dramático si consideram­os el efecto que las medidas de austeridad tendrán en las institucio­nes gubernamen­tales dedicadas a la investigac­ión. El golpe para los Centros Públicos de Investigac­ión, los Institutos Nacionales de Salud, el Instituto Politécnic­o Nacional, el Centro de Investigac­ión y de Estudios Avanzados (Cinvestav) o el Colegio de México (Colmex) es duro y puede dar al traste con décadas de construcci­ón institucio­nal.

Resulta paradójico que al mismo tiempo que se reconoce en la Constituci­ón el valor de la ciencia, las medidas de astringenc­ia presupuest­al aplicadas sin ponderació­n deterioran nuestras institucio­nes científica­s.

Se trata de alcanzar una austeridad eficiente sin ahogar el quehacer científico. Aún es tiempo que prevalezca el buen sentido.

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