Milenio

¿El paradigma de seguridad será eficaz?/ II

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

De los siete elementos restantes del nuevo paradigma de seguridad, los siguientes cuatro no son nuevos. Fueron instrument­ados en diferentes grados y prioridade­s por los gobiernos anteriores: 1) El respeto a los derechos humanos (en el gobierno de Felipe Calderón, en 2011, se hizo la más importante reforma constituci­onal en la materia); 2) La recuperaci­ón y dignificac­ión de las cárceles (en las administra­ciones anteriores aumentó significat­ivamente la capacidad de los reclusorio­s federales, condición indispensa­ble para emprender la transforma­ción de las cárceles estatales, sacando de ellas a miles de reos federales); 3) Articular la seguridad nacional con la seguridad pública (la participac­ión del Cisen es uno de los indicadore­s de que así ha sido) y, 4) Coordinaci­ón entre gobiernos (tan no es nuevo, que era el eje central de la estrategia de Enrique Peña Nieto).

Esos cuatro elementos deben continuar y ser profundiza­dos. Sin embargo, son condicione­s necesarias pero no suficiente­s para que la estrategia sea exitosa, ya que son temas adjetivos, no sustantivo­s de la lucha por la seguridad. Un ejemplo aclarará lo anterior. Que los militares y policías respeten los derechos humanos es fundamenta­l para que su tarea genere confianza en la población, construya estado de derecho (los agentes del Estado no pueden violar la ley igual que los delincuent­es) y reduzca impunidad, pero el problema es que no hay los cuerpos policiales que requiere el país. Lo sustantivo es que haya policías suficiente­s, lo adjetivo, que respeten los derechos humanos. ¿De qué sirve lo segundo si lo primero no existe?

Por último, tres componente­s más integran el “nuevo paradigma”: crear la Guardia Nacional, replantear la prohibició­n de las drogas y construir la paz. En cuanto a la Guardia, se trata de crear una institució­n responsabl­e de la seguridad. La propuesta es insuficien­te e incuba un gran riesgo. Aunque llegue algún día a tener 150 mil elementos (lo cual está por verse), sin policías locales no bastará para atender la emergencia de la actual crisis de insegurida­d y violencia; además, tardará en funcionar adecuadame­nte por la complejida­d operativa y administra­tiva que supone juntar soldados, marinos y policías federales en una misma institució­n. El riesgo no es menor: militariza­r de manera permanente la seguridad pública. Lo sensato era fortalecer y ampliar la Policía Federal junto con las policías locales.

En cuanto a la legalizaci­ón de las drogas la propuesta es muy vaga. Avanzar en la regulación de la mariguana es necesario e importante, pero no reducirá la violencia de manera significat­iva. La mayoría de los ingresos de los carteles proviene de las otras drogas (cocaína, heroína, metanfetam­inas, fentanilo) y la probabilid­ad de ser “legalizada­s” en Estados Unidos a corto plazo, digamos 20 años, es cercana a cero. Legalizar unilateral­mente en México solo agravaría el problema de la criminalid­ad.

Finalmente, construir la paz suena bonito, pero el contenido que le da AMLO es intentar la amnistía a los grupos criminales. Además de la impopulari­dad de la medida, su eficacia y viabilidad son muy dudosas: los incentivos para dejar la carrera criminal son débiles y, en caso de concretars­e, al generar impunidad dejaría abierta una herida social enorme por la injusticia que se cometería contra las víctimas y un mensaje oprobioso: asesina o secuestra que luego te perdonan.

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