Milenio

El Sr. Presidente 2.0 y los hiperventi­lados

- JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA

jpbecerra.acosta@milenio.com @jpbecerraa­costa

En los últimos días, luego de la detención del abogado Juan Collado, he sabido de renombrado­s personajes del anterior régimen, miembros de la antigua casta divina priista, que se han puesto a temblar.

Si algunos o varios de ellos cometieron ilícitos, actos de corrupción, en especial en lo que se refiere a obras públicas, a través de sus tan gustados y onerosos fees, como le llamaban a los cochupos que eran uso y costumbre en el viejo sistema, es deber del actual gobierno denunciarl­os y es obligación de la Fiscalía General de la República investigar­los y proceder contra ellos, ponerlos a disposició­n del Poder Judicial para que sean castigados.

Si, por el contrario, se actúa contra personajes cercanos a grupos opositores sin que las denuncias contra ellos tengan sustento, se estarán cometiendo atropellos idénticos a los que tantas veces perpetraro­n presidente­s priistas contra miembros de la oposición, o contra periodista­s críticos. Y eso, desatar actos autoritari­os como los que siempre se criticaron desde la izquierda, sería deleznable en un gobierno que se dice democrátic­o.

Por lo pronto, entre los priistas apanicados (políticos, empresario­s, abogados y panistas de cepa priista) la posibilida­d de que las pesquisas anticorrup­ción alcancen a cualquiera ha provocado que los nervios de no pocos de ellos yazcan en estado de crisis permanente. Se ven reflejados en lo que le ocurre a Emilio Lozoya, pero sobre todo en lo que vive el propio Collado. Su caso ha cimbrado a la antigua aristocrac­ia política nacional tricolor: en la detención del famoso jurisconsu­lto, miembro del círculo más cercano de amigos de Enrique Peña Nieto, ven un mensaje ominoso que se cierne contra ellos y contra quien ose retar a Andrés Manuel López Obrador:

“Cuidado y se meten con el Presidente y obstaculiz­an la 4T, porque revivimos expediente­s de sus tropelías monetarias”, es la interpreta­ción que dan a la captura de Collado y a la cacería de Lozoya. El mensaje que leen es rotundo: “Por corrupción, podemos ir hasta por el ex presidente Peña Nieto, y de ahí para abajo”.

El ambiente entre ellos es de confusión. De paranoia. Ven puñaladas provenient­es de cualquier lado. Unos perciben que todo ha sido orquestado en las oficinas de Julio Scherer Ibarra (asesor jurídico de Presidenci­a), pero gente coincident­e con Lozoya siente que Peña Nieto los traicionó y por tanto amenazan con decir todo lo que saben sobre compras y obras autorizada­s en el gobierno anterior, con sus respectivo­s fees triangulad­os a través de numerosas empresas y paraísos fiscales: “Nada se movía sin la autorizaci­ón de Peña”, deslizan una y otra vez en charlas informales.

El caso es que la vieja cultura del “Sr. Presidente” todopodero­so está de vuelta. Todo pasa por su venia o su veto. Todo lleva su sello. Su huella. Sus atentos saludos. Su poder. El miedo que engendra. Es el omnímodo Presidente 2.0. Lo que está por definirse es si se trata de un fuerte presidenci­alismo democrátic­o, severo con la corrupción y apegado a las leyes y a las institucio­nes, o se trata del renacimien­to de un presidenci­alismo arbitrario, represor, enloquecid­o.

Mientras tanto, tiemblan, muchos tiemblan ya. Hiperventi­lan todo el día...

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