Milenio

Darío Galicia vuelve a casa

- BRAULIO PERALTA

Cuando Ana Clavel lo buscó para saber de Darío Galicia no supo ni qué responderl­e porque en estricto sentido su amistad con el autor de La ciencia de la tristeza era gracias al también escritor Arturo Ramírez Juárez, que murió en 1988. A Darío Galicia lo tenía en forma de ataúd en esa parte de la memoria. En realidad no quería saber de la desaparici­ón de ambos: uno por enfermedad, Arturo, y a Darío perdido en la conciencia.

Cuando miró el sitio “Darío Galicia vuelve a casa” — que en Facebook hizo Ana Clavel—, se desmoronó con las imágenes del poeta que Roberto Bolaño llama “Ernesto

San Epitafio” en su novela Los detectives salvajes. Despeñader­o emocional ante las fotos actuales de Darío en situación precaria, más viejo que su edad (cumplirá 66 este mes), pero sobre todo la mirada perdida, como si fuera un rostro que sale de las sombras, arrastrand­o un cuerpo que le pesa, por dificultad­es en su columna vertebral.

La desolación de Darío Galicia le golpea profundame­nte. Poeta sin más. Ignoro si bueno o malo. No califico. No pondero. Pero sin duda desaparece­r del mundo literario por una operación en el cerebro, no debe ser poca cosa. A eso añádale la pobreza que lo envolvía. Los tres —Arturo, Darío y él— no eran siquiera clase media baja. Eso no les impedía reír de todo, animarse con nada y disfrutar el sol, la luna y la esperanza de cualquier mexicano que quiere o se siente capaz de conquistar una estrella, aunque termine estrellado. Arturo murió. Darío vive estrellado. Él, por lo pronto, logró sobrevivir al SIDA, los terremotos del 85 y un secuestro, en 2015. Los talentosos eran Arturo y Darío y la vida fue injusta con ellos. Uno murió joven, a los 39 años, y Darío acaba de renacer por la generosida­d de los extraños.

Neta: creía que Darío Galicia estaba muerto porque ya en los 80 Arturo y él lo perdieron. Muerto Ramírez Juárez —autor de Puertas ocultas y Rituales, además de ser un

Arturo murió. Darío vive estrellado. Él, por lo pronto, logró sobrevivir al sida, a terremotos...

eficaz pintor y dibujante—, Darío pasó a ser leyenda hasta que Bolaño inventó a “Ernesto San Epitafio”, inspirado en Galicia. Fue la literatura la que lo regresó a respirar... Son esos misterios de la vida en ficción. El sitio creado por Ana Clavel pide ayuda para que Darío regrese a la literatura: hay una cuenta bancaria para quien quiera apoyarlo porque su forma de vida es precaria. Ya le regalaron una máquina de escribir…

Aun sigue en shock. Amigos más cercanos a él deben estar peor. Él aún no levanta la cabeza de vergüenza por olvidarlo. Recuerda que fueron un día al teatro a ver Lástima que sea puta, dirigida por Juan José Gurrola, en 1978. Actuaba Vera Larrosa, su musa. Fueron a su camerino. Se trataban como hermanos. Él le había escrito poemas inspirados en ella.

Aturdido ante el misterio de la vida. Cuando lo conoció ya lo habían operado de aneurismas en el cerebro. Hablaba vivaz, con un timbre chillante. Ya caminaba encorvado, con una bolsa de plástico en el brazo. No era clínicamen­te sano a los ojos de muchos. Era el principio de un discapacit­ado. Esa es la vergüenza porque justo fue el momento cuando dejamos de saber de él. Hoy está peor, y lo olvidamos. No sé cómo se va a reparar el lenguaje del dolor…

Llagas de la melancolía. Cuando la poesía no es nada.

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