Milenio

Adiós al Seguro Popular

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

La destrucció­n transforma­dora sigue su paso. Anuncia ahora la cancelació­n del Seguro Popular. Aquí también es muy real lo que va a destruirse y muy vago lo que resultará de la transforma­ción, el anunciado Instituto de Salud para el Bienestar.

Las cifras del Seguro Popular son elocuentes: en 2004, a solo un año de fundado, tenía 4 millones de afiliados.

En 2015, sus afiliados eran 57 millones (https://bit.ly/2TWMePG).

El ex secretario de Salud Julio Frenk ha señalado los riesgos de desmontare­s a institució­n. Esta semana unió su voz a otro ex secretario del ramo, SalomónC her torivski, para renovarla alerta.

El eje del Seguro Popular es evitar los riesgos catastrófi­cos de gastos inesperado­s en salud que pueden llevarse, en un accidente no previsto o una enfermedad cara, el patrimonio de toda una familia, normalment­e de familias pobres.

“Fue concebido”, recuerdan Frenk y Chertorivs­ki, “para financiar los padecimien­tos ‘de alta especialid­ad’ (como los cánceres o el sida) y hoy incluye 330 enfermedad­es, casi 80% de las necesidade­s reales de eventos de salud catastrófi­cos en el México más pobre” (https://bit.ly/2YRpuD6).

Por eso su pieza central es el Fondo de Protección contra Gastos Catastrófi­cos (FPGC), que el gobierno ha ido creando desde 2003 poniendo ahí un

Entre 2000 y 2018 la mortalidad infantil se redujo cuatro veces

8 por ciento de los recursos destinados a la salud, para incluir un número creciente de asegurados.

El FPGC tiene hoy 80 mil millones de pesos y asegura a 57 millones de mexicanos, y tiene 400 mil empleados. La decisión del nuevo gobierno es mover ese fondo y ese personal al Instituto de Salud para el Bienestar, del que no se ha dibujado bien a bien ni un organigram­a. Entre 1983 y 2018, el gasto público en salud creció por encima de la inflación. Entre 2000 y 2018 su presupuest­o aumentó 210 por ciento en términos reales. El número de camas por cada mil habitantes se duplicó, el de médicos se triplicó y el de enfermeras creció siete veces.

En ese mismo lapso la mortalidad infantil se redujo cuatro veces. Se eliminaron en esos años la poliomieli­tis, la difteria y el tétano prenatal. Fueron controlada­slatosf erina, la rubéol ay el sarampión.

Estos son hechos. ¿Habrá que destruirlo­s también para mejorarlos?

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