¿Estamos todos viejos?
susana.moscatel@milenio.com
Aestas alturas es difícil para mí creer que haya tantas personas que no sepan que al entregar sus datos a una app están revelando básicamente toda su identidad a un tercero. Es casi imposible pensar, también, que leeremos todos esos instructivos de “privacidad” antes de que piquemos impacientemente el botoncito donde dice: “Acepto”, así que lo natural sería asumir que nuestra vida, datos, facciones y hasta deseos son del dominio público.
La mayoría de nosotros no estamos pensando en ocupar el resto de nuestra vida en el crimen o el espionaje, así que asumimos que no pasa nada, que habrá más anuncios molestos especializados no pasa nada. La verdad es que aún no sabemos qué puede pasar, pero el hecho es que ya nos tienen. Y ahora, con esta tremenda e irresistible moda de la app que te hacer envejecer de manera más que realista y la enferma y colectiva necesidad de compartir estas imágenes, pues sin duda nos tienen más que nunca. Ya los expertos explicaron todo el tema de las herramientas de reconocimiento facial que vienen de la mano con esto, pero a pocos ha parecido importarnos.
Yo admito que sucumbí, exactamente por el tiempo que me tomó hacer mi foto. Y mi impacto fue tal que enseguida borré la aplicación y casi avientoelteléfono.Latecnologíaparecesertanavanzadaque asusta. Me vi y me reconocí comoesamujermuy,muymayor (según yo me hizo mucho más vieja que al resto de mis amigos, o simplemente estoy jodida)peronopudeconeseespejohaciaelfuturoque esta aparente moda está haciendo que el mundo entero viva en colectivo.
Me imaginé como esa anciana, ya toda fichada por culpa propia, completamente dependiente de mi celular para hacer cualquier cosa y sin conocer un mundo con el que no estoy de acuerdo porque toda la información que me llega está absolutamente diseñada para venderme algo, producto e idea.
Tal vez mi foto salió particularmente cruel, porque he visto a muchos amigos que son “ancianos enteros y felicesyguapos”,talvezespuravanidad,peronopude con ello. No me pareció una gracia más que ignorar en las redes. Sentí miedo. Tal vez ante mi propia mortalidad, retratada en esa imagen a la vuelta de la esquina, no lo sé. Y sí, es políticamente incorrecto decirlo hoy endía,porqueescompletamenteciertoquelagentede laterceraedadestácontodoynoseandanpreocupando por estas necedades. Pero sí hay algo muy siniestro en todo ello y lo peor es que, aunque sabemos todo lo que implica, muchos no pudimos evitarlo. Espero que noseaunaprediccióncerteraporquesino,estoysegura de que en mi caso tendré que sacar membresía con alguna clínica de cirugía plástica. Sí, la vanidad. De escondernos del futuro a los que salimos “mal” y de presumir lo contrario a los que salieron (o manipularon la foto) para parecer Robert Redfords y Jane Fondas.
¿En serio?
¿Un influencer subió un video del velorio de su padre con el título “aquí casual enterrando a mi papá? ¿Qué no tiene madre tampoco?