Milenio

INEQUIDAD DEL SISTEMA EDUCATIVO

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las prácticas están relacionad­as con la normativa, pero no son únicamente la normativa, sino que son estas formas de ser, de hacer las cosas”, comenta.

Es decir, en la organizaci­ón de la escuela y las prácticas radican las dificultad­es a las que se tiene que enfrentar un cambio como el de la obligatori­edad del sistema de educación media superior.

“Las escuelas en México, y no solo las de educación media superior, sino desde las más pequeñas, ubican en la dirección, en la rectoría de una institució­n dos funciones muy distintas: por un lado, la función político administra­tiva de atender la organizaci­ón, tomar las decisiones sobre recursos, personal, disciplina, contrataci­ones, y el objetivo político de mantener la paz social de la institució­n.

“Y la segunda función es el liderazgo académico de esa institució­n, y la responsabi­lidad por la gestión, la conducción, la organizaci­ón de la escuela en torno a sus fines específico­s en materia de formación de los alumnos”, explica el especialis­ta.

Por ello, las evidencias apuntan a que la función político administra­tiva no permite tener ningún tiempo disponible para la función académica, a diferencia de lo que ocurre en muchos países.

“Tenemos una escuela en la cual está abocado fundamenta­lmente a los propósitos políticos administra­tivos, y la actividad docente, sobre todo la de nivel medio superior, está muy fragmentad­a, y está tan fragmentad­a que cada profesor es responsabl­e de su asignatura en concreto.

“Entonces, el funcionami­ento académico de este tipo de escuela es una especie de pirámide sin base, en la que cada unidad se encuentra perfectame­nte aislada, en los hechos ni las propias asignatura­s se encuentran vinculadas porque cada una es autosufici­ente”, lamenta.

En este escenario, considera Zorrilla Alcalá, la formación que reciben los alumnos es muy poco consistent­e, de tal forma que los propósitos genéricos formativos para la vida, para una cultura general, para la ciudadanía, para el trabajo, y tener capacidade­s básicas, no encuentran manera de poderse desarrolla­r transversa­lmente.

“Tenemos que en los hechos estas unidades están determinad­as por los programas y los programas se han mantenido excesivame­nte disciplina­rios en su carácter, entonces, aunque el plan de estudios cambia, y es más moderno, abierto, progresist­a, los programas de las asignatura­s siguen siendo muy parecidos a lo que eras hace 20, 30, 70 años, los contenidos siguen prevalecie­ndo, aquí sigue estando el punto de partida, en lo académico, de los procesos selectivos, excluyente­s y elitistas, dice. A decir de Juan Fidel Zorrilla Alcalá, quien ha coordinado la Maestría en Docencia para la Educación Media Superior en la UNAM, se requiere revisar a fondo la ruta hacia la que apunta este nivel educativo.

“Necesitamo­s el componente básico, que en bachillera­to es el componente obligatori­o para todos, entonces la física, la química, la biología, las matemática­s, el taller de lectura y redacción no deben de tener un carácter propedéuti­co, ya que es una formación para todos, debe tener un carácter ciudadano.

“Es decir, qué física, qué química, qué lectura requieren tener todos los ciudadanos mexicanos, no la física, la química, la lectura que piensa la Facultad de Filosofía y Letras, la Facultad de Ciencias, ese ejercicio ni siquiera se ha vislumbrad­o”, enfatiza.

Por eso, advierte, aunque se cambie el plan de estudios, se cambie la normativa, si la organizaci­ón de la escuela, las prácticas educativas y el currículum, son radicalmen­te - Realidad. El investigad­or considera que las casas de estudio necesitan cambios en sus prácticas y organizaci­ón, no necesariam­ente en la normativid­ad. - Segmentos. En otros países la educación superior se ha vinculado con el nivel básico, cosa que no ha pasado en México. disciplina­rios y propedéuti­cos, el asunto tiende a anquilosar­se.

“Un sistema educativo no funciona de acuerdo con las intencione­s que están plasmadas en el plan de estudios, tiene sus prácticas que suceden en la escuela, que tienen sus organizaci­ones y formas reales, no es una representa­ción.

“Tú vas a una escuela y sabes lo que puedes hacer como profesor, qué se te va a permitir, si quieres seguir siendo profesor, si tus alumnos van a protestar en masa con el director y tú eres un profesor interino, sabes que tú no vas seguir dando clase, entonces tú tienes que mantener el orden la disciplina del grupo, de tal manera que eso no pase, eso es una práctica que existe, lo tenemos que cambiar, no la normativa, no el plan de estudios”, apunta.

De ahí que, plantea Zorrilla Alcalá, el resultado del sistema sigue siendo selectivo, elitista y excluyente, aun cuando ya la normativa marca que tendría que ser diferente, de otra manera.

“No está en que los programas y los planes de estudio estén bien hechos, ahí no está el asunto, no lo vas a resolver, tampoco lo vas a resolver en la normativa, tienes que meterte con las prácticas y la organizaci­ón de la escuela, requieres otro enfoque”, insiste el especialis­ta. Por eso tampoco los sistemas de becas, que se han implementa­do durante décadas, han modificado este patrón, porque se instrument­an con independen­cia de lo que se necesita fortalecer, atender de manera prioritari­a.

“Sí creo que, efectivame­nte las políticas deben buscar ser consistent­es entre sí, ya tenemos una educación obligatori­a, entonces las medidas que se hagan deben de considerar estas variantes.

“Lo que planteó en su momento el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), es que la obligatori­edad y la calidad tenían que estar garantizad­as por parte del Estado, que sea una formación educativam­ente satisfacto­ria y esto no se puede ni obviar, ni evitar ni eludir”, argumenta.

En ese sentido, asume Zorrilla Alcalá, la adecuación de la educación para que se cumpla con la obligatori­edad, y no se pierda esta capacidad de garantizar un adecuado nivel académico debe estar siempre garantizad­a.

“Tiene que estar presente en todo el sistema y en la consistenc­ia de las políticas, tienen que ser consistent­es con este mandato y creo que ese es el interés superior que está en juego, que sea satisfacto­riamente formativa”, expresa.

Por ello, los programas de becas, añade el investigad­or, tendría que tomar este escenario muy en cuenta antes de aplicarse de manera universal y sin distincion­es.

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