Extorsión patriótica abortada
Me gustaría sumarme a quienes consideran que el Presidente escuchó, razonó y rectificó en la reciente confrontación del gobierno con cuatro empresas transportadoras de gas. Dicen que fue pragmático y que generó confianza al lograr el arreglo con tres de ellas.
No, señores, no nos engañemos, las fuerzas contrarias y la terca realidad abortaron la intentona de extorsión patriótica gubernamental contra empresas previamente extorsionadas por particulares.
Coloquialmente se diría: al ratón le hicieron entender que con los gatos no se juega.
Es evidente que la Transformación de Cuarta, que tiene los ojos en la nuca, considera al capital privado, nacional y extranjero, un mal inevitable que debe estar bajo permanente acoso y sitiado como presunto culpable.
La historia de esa “negociación”, epílogo de un atraco fallido, se resume así:
1) El gobierno, sin aportar prueba alguna (pero hablando a sus fieles y al mundo entero) calificó de corruptas a las empresas contratadas para construir gasoductos y transportar el fluido en territorio nacional; y dijo que no honraría esos contratos por ser “leoninos”.
2) Las empresas negaron las imputaciones y varias de ellas iniciaron demandas en tribunales internacionales contra el gobierno mexicano.
3) Después de semanas de incertidumbre, y a propuesta formulada por una de las afectadas, las partes acordaron: A) MANTENER LOS CONTRATOS; B) que las tarifas a favor de las empresas serán MÁS ALTAS a corto plazo; C) que esas tarifas NO AUMENTARÁN en el futuro; D) que AUMENTARÁN los años de vigencia de los contratos.
Tronando cohetes y repicando campanas, el gobierno dijo haberse ahorrado 4 mil 500 millones de dólares, pero omitió decir de dónde salen “sus datos”; tampoco informó cuánto más ganarán las empresas por las prórrogas convenidas, ni qué gobierno les pagará esos extras.
Ahora bien, repudiar la agresión artera del gobierno no implica negar lo benéfico y trascendente de la solución. Por ello, ¡felicidades!
Pero, ¿qué obligó al gobierno a entrar a varas? Fueron varios factores:
1) SU IMPOTENCIA. No es igual atropellar a mexicanos, sobre todo pobres, que enfrentar en tribunales extranjeros a poderosas empresas que no entienden eso de que: “yo tengo otros datos”, “lo que diga mi dedito” y “me canso, ganso”. No hay loco que coma lumbre.
2) LA ENÉRGICA RESPUESTA DEL GOBIERNO CANADIENSE en defensa de una de sus empresas, recordándole al de aquí que está pendiente de firmarse el nuevo tratado comercial.
3) LA CATÁSTROFE que producirían el desabasto de gas y la más que probable sentencia condenando al gobierno a pagar miles de millones de dólares.
Ojalá que el Presidente pronto ESCUCHE y RECTIFIQUE, ante la fuerza de la ley, respetando la razón y los contratos.
No lo queremos prepotente aquí y desmirriado y desnudo ante poderosos.