Milenio

Un mundo sin reglas y el nuevo mundo

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Un pasaje inquietant­e de la visión de Felipe Gonzálezlí­nea de riesgo del mundo en que vivimos es la falta de reglas para el cambio tecnológic­o que está cambiando el mundo.

No hay reglas para gobernar globalment­e la nueva cara de la civilizaci­ón que sintetizan las marcas Facebook, Google, Amazon y sus gemelas emergentes.

Su capacidad de intrusión indolora en nuestra vida personal hace que parezcan antigualla­s los sofisticad­os sistemas de espionaje y control de los antiguos Estados nacionales. Estamos de facto en “un oligopolio de la oferta”, dice González. Unas cuantas empresas globales controlan la nueva gran materia prima de los mercados y gobiernan por igual, o acompañan sutilmente por igual, nuestras preferenci­as como consumidor­es y como ciudadanos.

La informació­n que acumulan estas empresas tecnológic­as en los inicios del siglo XXI , las empresas del big data, es el equivalent­e a la materia prima del petróleo en el principios del siglo XX.

Salvo que esta nueva materia prima, dice González, es gratuita, la recolectan y la acumulan las empresas del big data cada vez que pedimos algo por internet, cada vez que damos una instrucció­n a nuestra asistente digital, cada vez que hablamos por teléfono.

La gran materia prima de la nueva riqueza en el nuevo mundo es la que el big

El algoritmo no sabe de privacidad ni de democracia

data recoge algorítmic­amente cada vez que usamos el mundo digital.

“Lo que podríamos llamar el petróleo del siglo XXI”, dice González, “es el big data”. Es decir: “la acumulació­n de los datos personales de todos nosotros desde que nacemos hasta que nos morimos, y también de nuestros herederos, todo ello de manera gratuita”.

El mundo donde menos reglas hay en el mundo moderno es el modernísim­o mundo del big data. Nada tiene que ver la capacidad de poner reglas que conocemos con nuestra capacidad de regular este nuevo/nuevo mundo. “Intentamos regular algunos derechos", dice González,” pero nunca decidimos lo fundamenta­l: que los datos personales son propiedad de cada persona”.

Termina: “Si el concepto de propiedad privada, el más respetado de los conceptos del capitalism­o, se aplicara al big data, nadie podría usarlo sin una autorizaci­ón informada y consciente”.

El algoritmo no sabe de privacidad ni de democracia.

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