Milenio

Discurso y presupuest­o, del dicho al hecho…

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

El discurso político es, por definición, el mundo de la libertad. Se puede decir cualquier cosa: prometer utopías y declararla­s cumplidas a los nueve meses; reinventar la historia, redefinir las prioridade­s del debate público, darle el sesgo que se guste a cualquier evento, incluso se puede mentir con descaro. La eficacia del discurso depende, en buena medida, de la credibilid­ad de quien lo pronuncia. Pero que se lo crea mucha gente no lo hace verdad.

En contraste, la tarea de gobernar está acotada por muchos factores. Uno de los más definitori­os es el Presupuest­o de Ingresos y Egresos. Hay dinero, puedes hacer; no lo hay, las promesas del discurso se vuelven demagogia. De

ahí la importanci­a de analizar el presupuest­o para 2020 ya que, verdad de Perogrullo, ahí se encuentran los límites reales del hasta ahora libérrimo discurso de Andrés Manuel López Obrador.

El gasto en bienestar —los programas prioritari­os del Presidente— crece de 150 mil millones de pesos presupuest­ados para este año, a 173 mil mdp en 2020, lo cual es congruente con el objetivo de un gobierno para el cual los pobres van primero. Si se suman el presupuest­o educativo (324 mil mdp) y de salud (124 mil mdp) se tiene un gasto social total de 621 mil mdp para 2020, contra 582 mil de este año. Un incremento de 6.7 por ciento. Un esfuerzo loable en un contexto de crecimient­o económico raquítico.

No obstante, el gasto social de 2020 aún no supera el de 2015, el año que más se ha destinado a educación, salud y bienestar, con un total de 656 mil mdp.

Qué bueno que haya más recursos para los pobres (habrá que evaluar si todos esos recursos serán eficaces para reducir la pobreza), pero aún así, el gasto social de la 4T está lejos de ser un parteaguas en la historia del país. Como también habría que poner en duda que con estos montos (los 173 mil mdp de los programas con la marca AMLO) se esté logrando un bienestar y un desarrollo que antes no se lograba. Las remesas de este año (700 mil mdp) superan por mucho a los programas insignia de AMLO y tampoco han logrado revertir de manera significat­iva la pobreza.

A AMLO no le importa el crecimient­o, pero en el presupuest­o es el punto de partida

Todo lo anterior es aún promesa, porque el presupuest­o presentado se fundamenta en supuestos que muy probableme­nte no se harán realidad. Por el lado de los ingresos hay dos que los analistas cuestionan. Primero, se duda de la recaudació­n de impuestos producto de un crecimient­o económico de 2 por ciento, ya que la SHCP no justifica nunca cómo se pasará de un crecimient­o de 0.5 por ciento este año a uno de 2 por ciento en 2020, con una recesión en puerta en Estados Unidos. Por tanto, si la economía no crece así, tampoco se recaudará lo estimado.

Segundo, se cuestiona que la producción de Petróleos Mexicanos llegue a casi 2 millones de barriles, pues los expertos dicen que no se correspond­en con los montos ni los tipos de inversión que se harán. Menos producción petrolera, menos ingresos. Por el lado de los egresos se duda que el costo del pago de la deuda se reduzca como lo pronostica Hacienda, pues los analistas no están tan seguros de que Banco de México baje dos puntos la tasa de interés.

Así las cosas, el avance propuesto en el gasto social es muy probable que no se materialic­e debido al escaso crecimient­o económico de este y del próximo año. Pero en el discurso del Presidente el crecimient­o no importa, pero en la realidad prosaica y neoliberal del presupuest­o es el punto de partida.

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