Una derrota que pinta todo negativo

Bastó la aparición de un equipo serio, ni siquiera brillante, para que la magia que había proyectado la selección mexicana de futbol que dirige Gerardo Martino, desapareciera.

Iban 32 minutos de juego y la selección argentina, plagada de jóvenes y suplentes, ya ganaba 3-0… Al 38’ de la misma primera mitad llegó el 4-0… El equipo nacional ni las manos metió.

Los defensores centrales fueron un verdadero desastre… Sobre todo Néstor Araujo, titubeante y errático, al que se le olvidaron todas sus virtudes. Pero Carlos Salcedo, su pareja en la alineación de arranque, no aportó más que inseguridad igualmente. Pero al frente, el equipo de Martino no existió. Todos los valores que habían mostrado los ofensivos con el nuevo entrenador se quedaron en el vestidor.

Fallaron la mayor parte, si no es que todos los expertos analistas… En la previa vieron favorito a México comentaristas, periodistas de formación o ex jugadores y ex entrenadores que habitan ahora los medios deportivos.

Vendrán ahora los llamados a la mesura, punto con el que no estoy en desacuerdo, pero no debe dejarse de lado lo desilusionante que resulta que este proceso que había empezado tan bien haya quedado tan lastimado. Sobre todo cuando, a diferencia del rival, el entrenador puso o dispuso de sus mejores elementos. Era la gran oportunidad para ganarle a los argentinos, que siempre resultan complicadísimos para los mexicanos. Pero no. Se hizo el ridículo e insisto no solamente por los puntuales errores de los defensores mexicanos.

En el segundo tiempo los sudamericanos estuvieron más cerca de conseguir el quinto y el sexto gol que México de poder descontar anotándole al guardameta Esteban Andrada.

Espero que se aplique la adecuada dosis de autocrítica y no se opte por el camino tan tontamente recorrido siempre de la soberbia y la autoexculpación. El equipo nacional no funcionó ni futbolística, ni anímicamente. Ni tampoco estratégicamente.

Espero que se aplique la adecuada dosis de autocrítica