Milenio

El estómago vacío

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Ningún deporte apela tanto a la nostalgia como el futbol, y ningún futbolista es tan nostálgico como Maradona: su última versión, apenas se sostiene en pie. En su presentaci­ón como entrenador del Club Gimnasia y Esgrima de La Plata, una institució­n de aristocrát­ico escudo de armas venida

a menos como la mayoría de las nobles organizaci­ones deportivas argentinas, protagoniz­ó un speech editado en las profundida­des de los años setenta en Villa Fiorito. Nada cambió cincuenta años después. La gente, como dijo un auténtico Maradona frente a miles de hinchas parados que acudieron a verlo en horario laboral, sigue sin tener para comer. En la lógica de Maradona, como en la del Club que le contrató, el futbol sigue siendo el principal alimento: forma parte de la canasta básica del alma. Hipotecado­s al pasado, los hinchas de Gimnasia podrán tener muchas carencias: son el último lugar del campeonato y su técnico camina con dificultad, pero mantienen el derecho que concede la imaginació­n de Maradona. Y en ese plano, aunque se mueva sin destreza o hable con rareza, la firmeza de sus conviccion­es futbolísti­cas continúan produciend­o encanto: si hay hambre, habrá gloria. No existe razón para creer que un equipo bien dirigido, organizado y preparado, tendrá éxito. Lo suyo es tener el estómago vacío. Así es como entiende el futbol y la vida Maradona, al que amamantó su madre y después una pelota. Sumida en una crisis perpetua, Argentina mira como un pedacito de pueblo en la provincia de Buenos Aires, encuentra en la melancolía un ratito de esperanza. El discurso de Maradona a pie de cancha dando voces a sus jugadores es un recuerdo, no un remedio: “Vamos muchachos, los quiero así, sea donde sea, dejen todo, porque esta gente se lo merece, ¿saben por qué? Porque esta gente no tiene ni para comer, nosotros tenemos trabajo y encima nos pagan...”. Cinco décadas después, no sé cuál de todas estas conclusion­es provoque más vértigo: que la crisis anide en la historia, que la gente tenga hambre, que el trabajo se pague, que Villa Fiorito sea universal, que el futbol llene el vacío, que el estómago parezca la estrategia, o que la figura de Maradona siga tan vigente como sus palabras.

En la lógica de Maradona, el futbol forma parte de la canasta básica del alma

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